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Miguel Velayos, con Alberto Blanco a la guitarra.
Miguel Velayos rescata su memoria de huérfano

Miguel Velayos rescata su memoria de huérfano

El autor abulense presentó su poemario ‘Lecciones de orfandad’, con Alberto Blanco a la guitarra, en una sesión patrocinada por CaixaBank

MIGUEL VELAYOS

Viernes, 26 de febrero 2016, 11:21

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«El tiempo nos cambió, también su muerte, tan solo son iguales los sábados con lluvia». Miguel Velayos (Ávila, 1978) ha convertido su espectáculo de música y versos en un canto a la recuperación de la memoria familiar, al recuerdo del padre que perdió cuando tenía diez años. Sobre un escenario en penumbra propuso la conjunción de poesía, teatro y música de guitarra para hacer más vivible la comunicación al servicio de algo que no le fue posible tras quedar huérfano a corta edad: poner palabras a aquellos sentimientos, que saca a la luz más de veinte años después, cuando ha podido describir las sensaciones que ahora amortiguan y hacen más asimilable el dolor, avivadas por el paso del tiempo.

Así afloraron imágenes de aquellas tardes de cine viendo películas de John Wayne y Clint Eastwood o los sábados de lluvia asando castañas en casa, remembranzas de sabor familiar que extrajo de su poemario Lecciones de orfandad (Editorial Celya). Lo presentó ayer en el Aula de Cultura de El Norte de Castilla, patrocinada por CaixaBank y en la que colaboran el Ayuntamiento de Valladolid y la Junta de Castilla y León.

Sobre el escenario de la Sala Experimental del Teatro Zorrilla, el poeta actuó acompañado por la guitarra de Alberto Blanco (Valladolid, 1992) y la dirección artística de Irene Araus, extendiendo sus versos en una armonía con la música que transmite el dolor más allá de la ausencia del ser querido y que busca consolar a los que se quedan para recordar que aún siguen aquí, convertidos en presencias de las que hay que disfrutar. Un carpe diem sustentado en la certeza de la muerte y en el aliento vital de lo que nos queda por vivir.

«A veces, las palabras, esperan una vida hasta recuperarnos, a veces, las palabras, esperan otro cuerpo para recuperarnos», dice en Huérfano, el título de uno de los poemas que ayer recitó ante el auditorio de la Sala Experimental y que resume ese pasar el tiempo que ha vivido el poeta para rescatar recuerdos agazapados en la memoria.

Cuenta Miguel Velayos que solo después de muchos años, una vez madurada la experiencia de la pérdida de su padre, pudo componer estos versos de homenaje al progenitor pero también a los amigos y familiares que le ayudaron a superarlo. Son una invitación a gozar de la compañía de los seres queridos que nos sostienen en el dolor de la muerte «esa noche que afila los cuchillos también te tocará», atemperado por la cercanía de los nuestros, de los que todavía, como se encarga de recordar en sus versos, podemos y debemos disfrutar.

En esos márgenes entre la pena por lo perdido y el contento por lo que está por venir se mueve el poemario que ha construido Miguel Velayos.

«El dolor está en ti / la vida y la alegría /siempre demandan fe», concluye en uno de sus poemas titulado Equilibro, concebido como una llamada a enfrentar el dolor cotidiano e indagar «en los bullicios de tu ser / hasta dar con el humus de tu vida».

Al autor de Lecciones de orfandad le reconforta el auge que tienen en estos tiempos los recitales poéticos, reflejo a su parecer, de la necesidad que tiene la gente de vivir en niveles más cálidos y profundos que los que ofrecen las redes sociales y los sentimientos en 140 caracteres. Por eso sus poemas son también una llamada al anclaje en el presente para no dejarse engullir por la vorágine de acontecimientos coditianos. «Necesitamos en estos tiempos de confusión y ambigüedad volver a reunirnos y a mirarnos a los ojos», afirmaba antes del recital el autor de un poemario en el que proclama que «Un huérfano es aquel que descubre su origen».

Bandas sonoras

Su relato poético escenificado es una manera de acercar a la gente a la poesía y para ello se apoya en la música, una disciplina universal, dice, «que para hablar de algo tan duro como la orfandad ayuda a entrar en el poemario». Ha tardado dos años y medio en elaborar el espectáculo de poesía y música. Un tiempo en el que ha experimentado con la musicalidad del verso y sones de la guitarra evocadores de temas jazzísticos o de westerns como el de La muerte tenía un precio.

De su paso por una prisión como profesor de reclusos le viene el convencimiento de la utilidad de la poesía como revulsivo vital y compañera en momentos de soledad y aislamiento. Y en su caso, como herramienta para recordar y proyectar un mensaje de ánimo para vivir el presente. «Que sepa el padre que he sentido el amor y tocado la alegría», pregonaba Miguel Velayos al final del espectáculo, orgulloso dea «escribir para él, contra todas las muertes, sobre el don de la belleza».

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