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El ilustrador Iban Barrenetxea.
«Dahl usa el vino para ironizar sobre el esnobismo que rodea ese mundo»

«Dahl usa el vino para ironizar sobre el esnobismo que rodea ese mundo»

Iban Barrenetxea, ilustrador de ‘La cata’, protagoniza el jueves un Aula de Cultura en torno a la relación entre caldos, literatura e ilustración

Victoria M. Niño

Martes, 30 de junio 2015, 10:04

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Era más de blancos, pero para las comidas prefiere tintos. Aborrecía los chiquitos de iniciación, ahora le gustan los buenos vinos, «aunque, como soy ilustrador, solo los pruebo cuando me invitan». Iban Barrenetxea (Elgoibar, 1973) se planteó el mundo de la enología y sucedáneos cuando ilustró La cata, de Roald Dahl (Nórdica).

El cuento en el que está ahora es su historia «más pesimista», quizá con ella tenga que volver al consuelo de los caldos.De momento este jueves hablará en el Círculo de Recreo de Valladolid sobre Literatura y vino: ilustrados saben mejor, en el Aula de Cultura. La cita es el jueves día 2, en el Círculo de Recreo, a partir de las 20:00 h. Tras la charla habrá una cata.

¿Cómo se planteó el trabajo con este texto para adultos de Dahl?

Que me ofrezcan un texto de Roald Dalh es para dar saltos de alegría, es una maravilla. Me gusta Dahl como autor de literatura infantil y también conocía sus relatos para adultos. La cata me daba la posibilidad de explorar el planteamiento visual en el que he venido trabajando desde el inicio que es el teatral. Desde ese punto de vista, el relato era ideal porque es una historia que transcurre en una sola escena, protagonizado por seis personajes y en un tiempo concreto, una cena. No me asustan los clásicos. Aunque sean conocidos, es un privilegio tener ocasión de aportar algo a los libros de autores que me encantan. No pienso en la responsabilidad ni en la comparación.Es divertido.

¿Casa bien el sofisticado humor inglés con la materialidad del vino?

Dahl es un autor muy terrenal, le gusta el mundo de los sentidos. Se nota en libros como Charlie y la fábrica de chocolate o en Matilda. En este segundo hay una escena tremenda de un niño que se tiene que comer una tarta de chocolate. Es un castigo al que le somete la maestra porque había robado un pedazo. Dahl da importancia a los sentidos en una ambientación 100% británica. En este cuento utiliza el vino para ironizar sobre el mundo de las apariencias. Lo protagoniza un nuevo rico, aupado en la bolsa, que quiere entrar en sociedad aparentando a base de coleccionar arte y ofrecer comidas para presumir de su conocimiento de gourmet especialista en vinos. Es ese un terreno que me encanta, el del humor y la literatura inglesa. Dahl era muy aficionado al vino. Es curioso que aunque tuviera una bodega importante, podía sorprender a sus comensales sacando, tras una suculenta comida y excelentes vinos, una chocolatina Mars como postre. En este libro se ríe de eso, de las apariencias que pueden rodear al vino, el esnobismo de querer aparentar unos conocimientos que quedan bien pero al final las cosas no son lo que parecen.

¿Cómo traslada a imágenes la sutileza psicológica en esa cita epicureísta que propone Dahl?

Me centré en la parte dramática, la teatral. Lo que me interesa ilustrar son las personas, los personajes de cada cuento. Me gusta reflejar cómo se comportan, qué relaciones establecen, qué hacen, en definitiva, reflejar lo que se lee entre línea en el texto. En los relatos de Roald Dahl es difícil que un personaje salga bien parado, lleva la ironía hasta la crueldad. Lo hace en los libros infantiles también, nos muestra a los personajes desnudos, sin tapujos, y pocos se salvan. En este relato habla de gente que conoce, no los nombra, pero son comportamientos que ha visto de cerca, estereotipos que todos conocemos. Mi cuento favorito de Dahl es Los cretinos, donde ocurre lo mismo.

En un lustro se ha hecho un hueco en la ilustración nacional ¿por elegir bien los trabajos?

Cuando me decidí a dedicarme a esto (fue diseñador gráfico hasta 2010) llegué ya con una edad y cierto bagaje. Tenía claro lo que quería hacer. Me apasionan los clásicos, en especial los ingleses. Siempre he tendido a aceptar trabajos que encajan con lo que me gusta. Yme acompañó la suerte en el mundo editorial, donde me han ido encasillando en lo que yo quería y ha generado cierta confianza. Hay que tener ganas de querer hacer algo con ese texto, de esperar que se convierta en experiencia nueva para los demás cuando salga con tus dibujos. Yo hago una adaptación del clásico, una recreación, como en el teatro, siendo 100% fiel al original.

¿Qué papel están jugando las editoriales pequeñas?

Encuentro fascinante el mundo de las independientes. Busco que estemos en la misma honda, que al editor le apasione crear el libro tanto como a mí. Una editorial pequeña mima todo el proceso, trabaja más cerca de los autores. Tienen la misma pasión que tú en crear ese libro. La parte mala es que esos álbumes no tienen tanta repercusión y las ventas suelen ser ridículas. Hay que encontrar un equilibrio. Es una pena que se hagan libros alucinantes y no lleguen a su público potencial, concentrado en cuatro best- sellers.

¿En qué trabaja ahora?

Ahora ilustro otro clásico. Había empezado a escribir otro cuento para la editorial A buen paso y lo he retrasado. Estoy haciendo una adaptación de Romeo y Julieta y he dejado apartado un cuento en la línea de otros míos como El cuento del carpintero y El único y verdadero rey del bosque. Es un cuento largo con imágenes intercaladas, un híbrido entre el álbum y el cuento tradicional. El texto es bastante largo, tiene entidad propia y las imágenes cuentan cosas que no suceden en el texto. Es el más pesimista de mis cuentos.

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