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Leopoldo Abadía
Leopoldo Abadía recomienda recurrir al optimismo para enfrentarse a la crisis

Leopoldo Abadía recomienda recurrir al optimismo para enfrentarse a la crisis

El salón principal del Círculo de Recreo de Valladolid se llenó ayer en una nueva sesión del Aula de Cultura de El Norte

Virginia T. Ferández

Jueves, 12 de marzo 2015, 11:25

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«Todavía soy muy joven para decir que soy experto en algo pero si hay algo de lo que sepa bastante es de mi familia», dice Leopoldo Abadía a sus 81 años. Con humildad calculada y mucha sorna, el escritor y conferenciante reconoce que quizá no sabe lo que otros de economía. De hecho, no es economista sino ingeniero industrial, aclara siempre. Sin embargo, ese detalle no fue impedimento para convertirse en un fenómeno mediático y editorial desde que en 2008 escribiera el célebre libro La crisis Ninja, una traducción a lenguaje cercano de algunas de las causas de la crisis. Fue inevitable que en su visita a Valladolid ayer el escritor se refiriera a esa capacidad suya de interpretar lo ilegible. Lo hizo en la presentación de su último libro, Cómo hacerse mayor y no volverse un gruñón (Espasa), en el salón principal del Círculo de Recreo de Valladolid, lugar de estreno del Aula de Cultura de El Norte, que anoche puso el cartel de aforo completo.

Presentado por Fernando Conde, director de El Aula, y Segundo Espeso, presidente del Círculo, Abadía hizo gala desde el primer momento de un gran sentido del humor. Arrancó las risas del auditorio muchas veces. Cómo hacerse mayor y no volverse un gruñón es una sucesión de «batallitas» con moraleja. Pura experiencia vital que el zaragozano pone al servicio de quien quiera escucharle o leerle. «Cuando se me acabó la ciencia» y ya no supo que más decir sobre la crisis inició con 36 cosas que hay que hacer para que una familia funcione bien su segunda línea de trabajo: la familia y la vida. Y en eso tiene un máster de primer nivel. 12 hijos y 45 nietos, todos ellos en un macrogrupo de WhatsApp que él frecuenta con gusto. «Hay que meterse ahí dentro», aconsejó a los presentes (público de edad elevada) refiriéndose a las bondades que ofrece la red de redes. No en vano, su comunidad de seguidores en las redes sociales es enorme y su blog lleva millones de visitas.

Abadía contó cómo empezó a ser fenómeno viral y cómo pasó de ser «un señor normal con amigos convencionales», que aún conserva, a añadir en su agenda personal los teléfonos de Risto Mejide, Mario Vaquerizo, los Mojinos Escozíos o Belén Esteban. «Son majos... Trabajan mucho, ¡me lo paso muy bien con ellos!», bromeó.

Al margen de anécdotas, el divulgador hizo un recorrido por las aportaciones que los viejos (utilizó recurrentemente ese término, ningún otro eufemismo), por su experiencia, han de entregar a la sociedad. Una de ellas y muy importante, el optimismo, ese elemento que le ha llevado a crear su propia definición de gruñón, obviando la del diccionario de la Real Academia: «Aquella persona que se amarga la vida y se la amarga a los que le rodean». Lo que él no quiere ser y pide a los demás que no sean. Los peores, «los jóvenes gruñones. Esos son los más inaguantables de todos», aseguró. El profesor invitó a que el buen humor y el optimismo sean la gasolina «para luchar con uñas y dientes para salir de una situación concreta». Abadía reconoció que se le cae el alma a los pies cuando escucha a un joven lamentarse por la crisis. Si hoy está nublado, mañana saldrá el sol, seguro. Lo dice quien encuentra ciertos pesares y «descubrimientos» muy antiguos.

Criterio, perspectiva o libertad («sentirse libre siempre para decir lo que me dé la gana pero sin ofender a nadie», dice sobre su debilidad de ser políticamente incorrecto) son otros de los ingredientes vitales, según Abadía, que los de su generación deben cultivar para enriquecer las vidas de sus familias y amigos. Y reconocer las limitaciones propias, aceptarlas, «sin convertirse en un diagnóstico médico parlante». Por muchos achaques que se tengan, «se han de dar contestaciones de síntesis», siempre en positivo. De esta forma, conseguirá Leopoldo Abadía, y lograrán quienes siga sus consejos, que tras la muerte (ese acto que «tan mal visto está» en la actualidad) sus nietos le recuerden simplemente «como alguien que hizo la vida agradable a los demás», concluyó.

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