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Arte de un solo color

Arte de un solo color

La National Gallery de Londres abre sus puertas a los pintores monocromáticos

Iñigo Gurruchaga

Jueves, 26 de octubre 2017, 17:59

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Un método de producir arte más barato, una manera de hacer borradores para que el pintor descubra los perfiles o sombras del objeto, una forma de demostrar que la pintura no tiene nada que envidiar a la escultura, o que puede tener el mismo efecto que las artes modernas de la fotografía y el cine. La pintura en blanco y negro parece un oxímoron, porque los cuadros son de colores, pero en realidad tiene una larga historia.

El primero que se tomó en serio la pintura en blanco y negro fue el flamenco Jan van Eyck. Su 'Santa Bárbara de Nicomedia' es una rareza. La mártir presunta y patrona de artilleros, mineros y fabricantes de explosivos, aparece en una posición elevada sobre peones y canteros que construyen la torre en la que su padre la encerrará para que nadie la vea. Y lee, cabe imaginar que la Biblia, pues su conversión al cristianismo le costará el martirio.

Pero igual que esa historia es disputada por los historiadores, con una buena parte de ellos creyendo que es una leyenda oriental, la intención de Van Eyck no está clara. La figura de Bárbara, los pliegues de su falda, dignos de cubismo geométrico, la torre,… están en blanco y negro, pero hay un fondo con mancha marrón de la ciudad y la azul del cielo. ¿Estaba el flamenco inventando un estilo en 1437 o estamos viendo en realidad un cuadro sin terminar?

La obra de Van Eyck forma parte de la exposición 'Monochrome', que abre sus puertas hoy en la National Gallery de Londres y deja esa incógnita sobre sus intenciones porque la pintura y los grabados en blanco y negro realmente emergen en el siglo XVI. El grabador alemán Hendrick Goltzius inventa una técnica que corte profundo que da volumen al dibujo. Pero también producen pintura monocromáticas Genoese, Mantegna o Tiépolo.

Hay ejemplos españoles en la exposición. Tanto el cuñado de Goya, Francisco Bayeu, para sus frescos en techos del palacio real, como Picasso- para pintar Las Meninas- recurrieron al blanco y negro para componer ambiciosos borradores, que les desvelaran problemas de composición antes de pringar la paleta con todos los colores.

Lo que comenzó como una variedad del arte sacro, en vidrieras de iglesias o en trípticos religiosos, pintados en grisalla, una técnica que mediante la graduación de tonalidades grises lograba una sensación de volumen, desemboca en el siglo XX en Giacometti, por ejemplo, que en Anette Sentada utiliza todos los grises como capas de su idea de la vida y del arte. El gris, dice Gerhard Richter que lo utiliza de modo persistente, es “el color ideal para la indiferencia”.

Si otros artistas intentaron demostrar que con la pintura podían obtener los efectos de fotógrafos y cineastas, Marlene Dumas, en 'La imagen como una carga', roba de la película 'Camille' un fotograma romántico de galán portando a su dama hacia el lecho y lo reproduce con sus pinceles expresionistas y el resultado es el reverso de una piedad clásica: un hombre porta aquí el cuerpo desmayado de una mujer y no es la Virgen quien padece ante el de Jesucritso.

La exposición de la National Gallery no es en realidad sobre la pintura en blanco y negro, aunque todas las salas, salvo la última, estén dedicadas a variaciones sobre este tema. Al final se reivindica el trítulo de 'Monochrome' presentando una sala cuyo único arte es un color, el amarilllo sodio proyectado en todo el espacio disponible por Olafur Eliasson.

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