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Investigadores en una de las salas de consulta del Archivo de Simancas. Fran Jiménez

700 investigadores rastrean cada año entre los 75.000 legajos del Archivo de Simancas

El reto del castillo Patrimonio Mundial es abrir la consulta de fondos por las tardes para atender la demanda académica nacional y extranjera

Jesús Bombín

Valladolid

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Lunes, 20 de noviembre 2017

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En la fortaleza de Simancas duerme la historia acunada entre estanterías. Aquí reposan la carta de Cristóbal Colón dando cuenta de su viaje a las Indias (1493), las capitulaciones de la boda de Felipe el Hermoso y Juana de Castilla, los blasones entregados por la Corona a nobles holandeses (1650), los gastos detallados de la Hacienda en el mantenimiento de un Imperio en el que nunca se ponía el sol, el mapa de las posesiones españolas, británicas y francesas en Norteamérica (1773).... así hasta el mínimo detalle generado por los órganos de gobierno de la monarquía hispánica desde el siglo XV hasta el advenimiento del régimen liberal en 1834. «Después del Vaticano, este es el principal archivo de Europa», defiende con orgullo su directora, Julia Rodríguez de Diego.

Entre el repertorio documental hay piezas que retroceden hasta el siglo XIII, si bien es hacia 1470, con la consolidación en el trono de Isabel la Católica, cuando empieza a conservarse la documentación regia con carácter seriado, hasta que en 1540 Carlos I mandó almacenarla en uno de los cubos del castillo de Simancas y después Felipe II impulsaría definitivamente la clasificación y almacenamiento de toda la recepción y emisión de documentos oficiales en la fortaleza adaptada para tal fin por Juan de Herrera. «Felipe II no daba puntada sin hilo; sabía que la información es poder, de ahí que ordenase controlar, sistematizar y describir mínimamente todos los documentos generados en el ejercicio de la política», explica Julia Rodríguez.

«Me vine a investigar y, tras jubilarme, a vivir»

El filólogo estadounidense George Peale Trabajó en la Universidad Estatal de California, recaló en Simancas hace once años para investigar y hace tres que se jubiló. Entonces, tomó la decisión de mudarse a vivir a Valladolid con su mujer. «Me encanta la ciudad», refrenda este estadounidense que ahora dedica su tiempo a indagar en el Archivo sobre las fiestas públicas en el reinado de Felipe III. «Espero publicar un libro y en dos semanas participaré en un seminario sobre la imagen del poder y las fiestas; lo que hay aquí guardado es una maravilla».

Treinta y dos profesionales entre restauradores, archiveros, reprógrafos y personal de administración –los servicios de limpieza y vigilancia son de empresas privadas– atienden este centro documental, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco a finales del mes pasado. Un reconocimiento que Julia Rodríguez interpreta como «merecido por el valor universal de sus fondos; es una distinción que nos hace más visibles no ante el mundo académico, donde el Archivo es ya muy valorado, sino ante un público general que comienza a apreciar mucho más el tesoro documental que aquí se guarda de una época en la que España tenía territorios en dos terceras partes del mundo y su influjo en muchos países era enorme, de ahí que atraiga a tantos especialistas extranjeros».

«Busco la primera burbuja económica»

El economista de Torrejón de Ardoz Víctor González Blanco estuvo en Simancas en agosto y ha vuelto para quedarse hasta marzo de 2018. Este economista investiga la que considera la «primera burbuja económica del mundo», propiciada por la venta de oficios a cargo de Felipe III. «La burbuja pionera más conocida es la del comercio de tulipanes en Holanda (1640) e intento demostrar que hubo una una anterior en España, hacia 1604-1605 con la venta de los oficios de regidores, escribanos y procuradores; aquí busco datos que refrenden mi tesis».

Setecientos investigadores rastrean cada año entre los 75.000 legajos de entre un centímetro y metro y medio de grosor que se almacenan en los trece kilómetros de estanterías diseminadas por siete plantas de la fortaleza. Días, semanas e incluso varios meses de estancia pasan los historiadores en las salas de Simancas buscando datos, detalles y acontecimientos históricos desperdigados en manuscritos. El horario de consulta es de ocho de la mañana a tres de la tarde, un tiempo escaso para quienes practican esta especie de ‘turismo académico’, el 40% venidos del extranjero, principalmente de Estados Unidos, que no pueden trabajar por las tardes porque el Archivo cierra sus puertas a las consultas. «La necesidad de ampliar el horario es un reto importantísimo, pues muchos investigadores están obligados a hacer estancias prolongadas porque solo pueden trabajar por la mañana y aquí recibimos a gente de Italia, Francia, Alemania, Holanda, e incluso de otras provincias españolas que buscan aprovechar al máximo el tiempo y ahora no es posible solo con horario de mañana; investigar aquí tiene carácter mundial por la naturaleza de sus fondos y no es barato», afirma Julia Rodríguez.

«Me fascina seguir aquí la pista de la historia»

La historiadora alemana Julia Gebke lleva tres meses estudiando la correspondencia relacionada con María de Austria, hija de Carlos I, y de otros legajos de la época con la idea de averiguar cómo influyó la emperatriz en la política de su tiempo. «Hay aquí tantos documentos que podría estar muchísimos meses; me quedan un montón de legajos por descubrir y leer y solo he visto cuarenta. Conozco archivos de Madrid y Viena pero ninguno como este, me fascina seguir aquí la pista de la historia».

El Archivo depende del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que deberá afrontar esta demanda académica si quiere potenciar la proyección internacional que ha concedido la Unesco a sus fondos.

Entre tanto, la fortaleza atrae visitas libres y organizadas que el año pasado llevaron a 25.000 personas a sus salas, el 15% más que la anualidad anterior. Además, parte de sus fondos viajan a exposiciones en museos de otros países, participando en una media de diez muestras internacionales al año. La próxima, en 2018 en el Rijks Museum de Ámsterdam para ilustrar el recuerdo de la guerra de los Ochenta Años (1568-1648).

El investigador estadounidense George Peale agradece la ayuda del personal del Archivo en la búsqueda de documentación. «Han sido indispensables para mis proyectos», comenta agradecido mientras la directora bromea con otro especialista extranjero sobre el uso correcto del subjuntivo en castellano. «Si la Unesco nos reconoce como Patrimonio Mundial, hay que estar a la altura, eso nos obliga a ser coherentes y a ampliar el horario», zanja Julia Rodríguez.

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