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La calidad del dibujo y el gusto por el detalle destacan en ‘Deportado 4443’.
El infierno de Mauthausen salta al cómic 72 años después

El infierno de Mauthausen salta al cómic 72 años después

‘Deportado 4443’ lleva a la novela gráfica la iniciativa en Twitter para recordar a los prisioneros españoles de los campos de concentración nazis. Carlos Hernández de Miguel y Ioannes Ensis reviven aquella tragedia

samuel regueira

Domingo, 7 de mayo 2017, 18:10

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De la II Guerra Mundial al asesinato de Julio César, de nuestra Guerra Civil a la Revolución Rusa Los grandes eventos históricos han encontrado su acomodo y recreación a través de distintas cuentas de Twitter, que narran en onomástico directo los acontecimientos con todo lujo de detalle, a golpe de tuit, casi en primera persona. En 2015, cuando se cumplían 70 años de la liberación del campo de concentración nazi de Mauthausen el 5 de mayo se cumplen 72 años de esa efeméride, la cuenta @deportado4443 reportaba como suyas las vivencias de todo tipo de prisioneros españoles; las humillaciones, los asesinatos aleatorios, los experimentos humanos Sus testimonios se trasladan, dos años después, al cómic Deportado 4443 (Ediciones B), con unos dibujos tan escalofriantes como los textos que los acompañan.

Los responsables de este proyecto son dos: el dibujante Ioannes Ensis (Juan Espadas; Madrid, 1971) y el periodista Carlos Hernández de Miguel (Madrid, 1969). Hernández comenzó sus pesquisas en torno a la situación de los más de 9.000 republicanos españoles confinados bajo las prisiones alemanas en 2012. Desde entonces, ha documentado las vivencias a partir de los testimonios de sus escasos supervivientes, y se ha encargado de divulgar estos horrores en distintos canales de comunicación, a través de libros (Los últimos españoles de Mauthausen, 2015), documentales, sitios web, un grupo en Facebook o el perfil de Twitter @deportado4443.

«Quería que la historia llegara a más gente porque considero que es un período relativamente desconocido», sostiene el periodista. El prisionero vehículo para trasladar estas historias a la red del microblogging es su «tío de Francia»; Antonio Hernández, a quien nunca pudo preguntar en vida por sus auténticas vivencias y con quien, en ese sentido, siente la «única legitimidad» para apropiarse de su nombre, su rostro y su número de prisionero, «con el ánimo de convertirlo en portavoz de sus compañeros y visibilizar sus experiencias, para que el relato tuviera, así, mayor impacto». Despojarse de todo tipo de distancia y narrar en primera persona es la clave principal que tanto el cómic como aquel perfil de Twitter enarbolaban de cara a lograr una mayor empatía y un interés notable en lo que se estaba contando. Fruto de este cariño nace también el desdoblamiento del narrador, tanto en el libro como en Internet, que cede momentáneamente el testigo a su amigo Antonio Cebrián Calero, el deportado 4442, que fue a morir en Gusen, el llamado matadero de Mauthausen: «Esa parte había que contarla, allí murieron la gran mayoría de los españoles», explica el periodista.

El salto también se nota en el estilo del dibujo que imprime Ensis en el cómic de Deportado 4443: «Las imágenes que acompañan a los testimonios de Antonio Hernández están dibujadas con una técnica de trama; cuando el relato cambia de lugar y de narrador, altero la tipografía y el estilo de dibujo en bloques de negro», detalla. «La mayor parte de las ilustraciones ocurren a la luz del día, pero en mi cabeza era incapaz de imaginar eso bajo el sol o un cielo encapotado, era tan horrible que lo veía todo nocturno». De ahí se explica ese hincapié en lo tenebroso de ciertos dibujos, «para recalcar esa oscuridad de la situación y de lo que estaba viviendo aquella gente». Para Hernández, «el resultado es increíble, el segundo dibujo es aparentemente más simple y enseña menos, pero a mí me provoca más dolor, más inquietud».

El dibujante ha trabajado a partir de fotos y documentación real de aquellos dramáticos momentos, salvo en aquellos casos, como por ejemplo los interiores de los vagones, en los que esta información gráfica, directamente, no existe: «En ese último recurso acudía a la imaginación, mi cerebro se callaba y hablaban mi corazón y mis tripas», confiesa: «A nivel emocional he llorado de alegría dibujando las páginas de liberación, de tristeza con algunos de los momentos más duros, e incluso he llegado a tener pesadillas y a abandonar el proyecto un par de veces, por agotamiento psicológico». Es, hasta la fecha, y según sus palabras, su trabajo «más complejo», que confía en que alcance a «un público más amplio que un estudio histórico, que contribuya a que más gente conozca esta historia, no sé si personas ya interesadas por el tema o a gente que simplemente le guste el cómic».

En la misma línea opina Carlos Hernández: «Queremos que sea un cómic muy digerible y que llegue mucho a los jóvenes, que se den cuenta de que todo lo que aquí se recoge fue algo muy real». Dibujante y escritor han tratado de ser lo más naturalistas posible, sin forzar una realidad «ya de por sí espantosa».

Deportado 4443 también arroja luz sobre la figura de los kapos, los prisioneros que hacían el trabajo sucio de las SS, los cuales «no estaban dispuestos a mancharse muchas veces las manos», y sobre los gestos de humanidad, escasos, de los captores hacia los españoles: «Eran más por propio interés, como diversión, muchos terminaron estableciendo vínculos similares al que hay entre un perro y su amo», afirma, frío.

A su vez, el libro funciona como una nueva herramienta en contra del olvido y ante la prevención de los nuevos mensajes xenófobos en ciertas esferas políticas, «discursos de exclusión y criminalización del diferente que son puramente fascistas». Un discurso que, de no identificarse y neutralizarse, puede terminar, alertan, por «afectarnos a todos».

Castellanos y leoneses

De acuerdo al archivo que maneja Carlos Hernández, al menos 319 vecinos de Castilla y León fueron prisioneros de los campos de concentración nazi: 58 de Ávila, 50 de Burgos, 41 de Valladolid (dos más de los que acredita la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de la Provincia), 37 de León, 31 de Salamanca, 30 de Palencia, 29 de Segovia, 22 de Zamora y 21 de Soria.

En el cómic tienen un protagonismo especial el zamorano Ricardo Rico, que consiguió sobrevivir al matadero de Gusen y cuyo testimonio fue «una pieza clave para la reconstrucción de aquellos hechos», o el burgalés Saturnino Navazo, futbolista del Club Deportivo Nacional de Madrid que terminó por acoger al niño judío Siegfried Meir, tras la muerte de los padres de este en Auschwitz.

La obra anterior de Carlos Hernández, Los últimos españoles de Mauthausen, también recoge testimonios del leonés Rufino Baños y menciona a Emiliano Alcón, comunista trasladado a Ebensee y uno de los siete supervivientes nacidos en Valladolid (sin contar al vecino de Medina del Campo evadido de Remoulins) y liberados por el bando aliado al término de la guerra.

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