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Ana Fernández, ante la iglesia de Las Angustias, en Valladolid.
Ana Fernández: «Necesito proyectos que me llenen y que me den vértigo»

Ana Fernández: «Necesito proyectos que me llenen y que me den vértigo»

Encarna a la protagonista sin nombre que ideó Jean Cocteau en 1930 para ‘La voz humana’, que se representa esta semana en el Calderón

LUIS M. DE PABLOS

Lunes, 1 de mayo 2017, 19:10

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Por la piel que viste ahora han pasado actrices de la talla de Anna Magnani, Ingrid Bergman o la gran Amparo Rivelles. Todas ellas compartieron soledad con Jean Cocteau en La voz humana, uno de los tragos profesionales más atractivos para una actriz que ha llegado a la vida de Ana Fernández en plena madurez interpretativa. Cuando el papel descolgó el teléfono, la actriz sevillana se encontraba inmersa en otro monólogo, El lunar de Lady Chatterley, y no lo dudó. «Hay actrices que se arrepienten de haberlo hecho demasiado pronto. Para mí es un regalo que llegue ahora», sentencia. Actúa en el Teatro Calderón de Valladolid los días 4, 6 y 7 de mayo.

¿A qué se agarra una actriz para afrontar el personaje de una mujer que está muerta en vida?

Bueno, está herida de muerte y evidentemente tu propia experiencia personal también sirve. Cuando leí el texto por primera vez me encontré a una mujer profundamente herida. Para mí todas las rupturas son pequeñas muertes, aunque quiero pensar que son para mejorar. Cuando una relación no va es porque te espera algo mejor después.

No debe resultar nada fácil abstraerse de algo tan común a todo ser humano.

Desde luego. Creo que La voz humana tiene algo de la intérprete que lo afronta, tanto en lírica como en la versión teatral. Si tú eres pasional, lo puedes limar pero ese corazón lo vas a trasladar al escenario. Es un monólogo con una carga emocional muy alta desde el principio, y el gran reto es qué haces con esa emoción. No puedes llevar esa emoción al extremo, porque ella juega todo el tiempo a disimular lo que le está pasando y eso es bonito porque juegas con el sentimiento profundo de la persona. Yo lo comparo como cuando bajas un rápido y hay muchas ondulaciones, es una situación muy violenta en la que influye cómo tienes que manejar tú la canoa. Tienes que saber moverte en ese río de palabras y saber controlar el sentimiento para que el personaje vaya evolucionando y esté cargado de matices.

Pero también hay que evitar que se desboque y se convierta en un lloriqueo constante para el espectador.

Claro, también quiero que tenga un punto de ironía, un punto de enfado propio de impotencia, de resignación... Y todo ello con un profundo amor porque esta mujer ama profundamente a su pareja y termina siendo muy generosa con él.

¿Una se detiene a ver otras voces o es contraproducente por el vértigo que puede producir?

Por supuesto que he visto vídeos de la Magnani o de la Bergman, y es verdad que en un primer momento te asustas un montón, pero no puedes trabajar con miedo, sobre todo cuando ya has aceptado el proyecto. Es verdad que es un proyecto arriesgado, 50 minutos navegando entre los sentimientos a través de la palabra, pero tienes que ser fiel a tu sello. Lo que pasa es que cuando ya lo has trabajado, te fijas en matices que otras actrices han entendido igual que tú.

En un monólogo que nació en 1930 con la protagonista pegada a un teléfono, hay quien ha echado en falta algún guiño, tipo WhatsApp, que haga más cercana y actual la versión.

Bueno. Hablamos de cómo termina una relación a través de un aparato. Hay que tener en cuenta que esta obra Cocteau la escribe cuando el teléfono empieza a llegar a las casas. De pronto él no tiene la valentía de mirarla a los ojos y decirla que es la última vez que nos vemos. Por teléfono todo resulta más fácil para el que abandona.

¿No son apropiados otros guiños?

La propuesta de Eduardo (Vasco) es situar a esta mujer en su época, años 30, con efectos visuales en pantalla. Este proyecto utiliza muy bien la música, la voz cantada, la voz hablada, las imágenes, la pintura, lo técnico,...

Cuando uno viene de un monólogo tan exigente como el de El lunar de Lady Chatterley, ¿ayuda a lanzarse a por otro?

Lady Chatterley es hora y cuarto en escena, y lo cierto es que, cuando me lo propuso Chema Viteri, estaba con este monólogo que no tiene nada que ver y que es tan complejo como que ella termina con 175 adjetivos dichos de corrido. Es un trabajo muy de memoria en el que la mujer se defiende en un tribunal de una demanda de su marido. Una mujer completamente distinta a la de Cocteau.

Perdone si he entendido bien. ¿175 adjetivos seguidos?

Sí, sí. No me lo mientes que los tengo aparcaditos para centrarme en La voz humana.

¿Pero seguirá soñando con ellos?

(Risas) Bueno, ahora sueño con esta obra. Aunque tengo el papel de El lunar de lady Chatterley a mano.

¿Otro personaje extremadamente sensible?

Es un monólogo no exclusivo para mujeres sino para todo el mundo, aunque se trata de un personaje femenino que defiende el derecho a ser libre. Muy recomendable.

Deduzco que Ana Fernández está muy agarrada a los sentimientos.

A los sentimientos y a lo que creo que debe ser la vida para que sea mejor y más justa.

¿Agarrarse a personajes sensibles lo determina una etapa vital o simplemente las ofertas que llegan?

Si te soy sincera, a medida que voy cumpliendo años veo menos personajes interesantes para mujeres. Y yo necesito ilusionarme. Entonces leí el texto de Roberto Santiago y me enamoró, y afronté el proyecto con mucha ilusión como me ha pasado con La voz humana. Quiero hacer cosas que me ilusionen, estoy en este trabajo porque me gusta interpretar pero desde la ilusión. Necesito proyectos que me llenen de ilusión y que me den vértigo. Este oficio es muy duro y si no tienes ilusión se hace insoportable.

¿Y quedan más personajes atractivos para mujeres?

Sí, claro. Es verdad que en el cine no hay papeles interesantes para mujeres que han cumplido los 40, cuando es una evidencia que las películas interpretadas por mujeres que cuentan historias de mujeres funcionan. Lo que pasa que son menos porque se hacen menos.

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