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La cosplayer Sonata, caracterizada como Saber Bride.
De Blancanieves a prometida matazombis

De Blancanieves a prometida matazombis

Durante varios meses los 'cosplayers' desarrollan disfraces con costes de hasta unos 400 euros para imitar a personajes habitualmente de inspiración japonesa

Javier Bragado

Miércoles, 26 de abril 2017, 02:37

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Belén no suele llamar mucho la atención con sus vestidos cuando va a comprar el pan. Podría hacerlo porque ha dedicado su juventud a estudiar Confección y su formación le permite fabricar su propia ropa. Es cuando se transforma en Sonata cuando destaca por sus imaginativas soluciones, sus atuendos y su capacidad para mimetizarse especialmente con personajes procedentes de la cultura japonesa. Es una 'cosplayer'.

Los aficionados al manga, el anime (animación nipona) y los videojuegos decidieron hace décadas que una buena manera de participar con sus héroes era convertirse en ellos. «Siempre desde pequeña me había disfrazado. Era la típica niña que venía de párvulos y llegaba a mi casa y decía: "Mamá, hoy Blancanieves". Me tenía que poner hasta los coloretes. Me gustaba ser otra persona, pero a tiempo parcial, no de manera bipolar. Ya con 14 años le pedí a mi madre que me hiciera mi primer 'cosplay', me lo pasé muy bien y me fui metiendo yo en más eventos y he terminado estudiando Corte y Confección», cuenta la madrileña Sonata, una de las 'cosplayers' españolas más destacadas.

Otra española, Shiroki, tenía 16 años cuando dio su primer paso al acudir a un concurso desde Ciudad Real. Siete años después ya ha sido jurado en el Heroes Manga Madrid y se ha desplazado a vivir en la capital española. Aunque reconoce que no puede dedicarse profesionalmente al 'cosplay' («Tengo mi visión de futuro separada de esto», recalca) ha trabajado para representar a personajes de videojuegos como 'League of Legends'. Quien sí se dedica profesionalmente a disfrazarse es Svetlana Quindt, una uzbeca rebautizada como Kamui que se ha criado en Alemania ante los sorprendidos ojos de quienes desconocen su comunidad. No fue sencillo. «A mis padres les pareció horrible e incómodo. Me decían: "¿No puedes tener un hobby normal? Ya sabes, algo como todo el mundo". Pero cuando vieron que realmente disfrutaba y que podía convertir mi afición en mi vida se sintieron orgullosos», explica con un sonrisa bajo su peluca roja.

Hoy en día las sesiones se han extendido más allá de los concursos y también se llama a los mejores 'cosplayers' para promocionar videojuegos, películas o libros. Kamui recorre el mundo con sus mimetizaciones, vende libros y reparte consejos para aquellos que quieren incorporarse a la comunidad. Pero no todos entienden su universo, ni siquiera los que contratan a los artistas del disfraz. «Lo primero que te dice una persona en un sesión de fotografías es: "¿Te puedo tirar flores?, ¿te puedo tirar petalitos a la cara?". Queda muy bonito, pero no lo necesito porque voy a luchar contra zombis. Si quieres lanzarme cachos de carne...», cuenta entre risas la alegre Sonata sobre sus posados como personaje matazombis.

Tiempo y dinero

En el camino hay un trabajo artesano de confección, de búsqueda de materiales y oportunidades. Mientras que en el país del Sol Naciente existen algunas tiendas especializadas que proveen material para las imitaciones, a lo largo del mundo numerosos seguidores se han tenido que convertir en artesanos, sastres, electricistas y contables. «Para el último estuve dos meses y medio haciéndolo y gasté unos 150 euros con todos los materiales. Si quieres hacer algo bastante fiel al original o te vas pillando ofertas o se te acaba pirando un poquito el precio por lo alto», cuenta Shiroki la 'cosplayer' que ha destacado con varios premios nacionales (Manchacomic y Japan Weekend Comic). «Tuve que hacer siete intentos para conseguir el vestido perfecto. No es una cuestión de tiempo y dinero porque habitualmente tardas meses y puedes perder la cuenta del dinero fácilmente. Prefiero no fijarme en ello», completa Kabui, vestida de Cleric, personaje del universo de los videojuegos de Aion.

Sonata va más allá porque ha encauzado su pasión con su formación como Belén, costurera en el mundo fuera del cosplay y 'cosmaker' (fabricante de sus propios disfraces). Da conferencias, reparte consejos y confiesa que los corsés son las prendas más difíciles para hacerse uno mismo.

Las fuentes de inspiración tan variadas como la cultura pop puede ofrecer. «Según lo que me dé. Si estoy jugando a un videojuego a lo mejor me da por ese videojuego, si estoy viendo una serie, por una serie, y si estoy leyendo un libro, a lo mejor me gusta un personaje de ese libro. Es según lo que esté haciendo en ese momento», revela Shiroki. Kabui, con 14 años de experiencia, ha evolucionado: «Mis primeros disfraces venían del manga, pero ahora prefiero los videojuegos. Pillo muchos de Diablo o de World of Warcraft. Una de las razones por las que elijo estos personajes es porque puedo jugar con ellos y manejarlos. Otra es que sean mujeres independientes, fuertes, molonas. No me sentiría cómoda representando a una muñeca japonesa».

«He hecho un poco de todo. Siempre me suelo ir por personajes que parecen muy monos porque tengo ojos claritos, el pelo muy clarito y unos mofletones que siempre me los espachurran. Me gusta que tenga ese carácter fuerte, tirando a 'loli' (lolita) en el exterior, pero que luega tengan su parte de lucha: espadas, armaduras...», secunda Sonata. «Los del principio eran más monos, pero he hecho a Saber Bride, que va de novia muy mona, pero es un mono con cremalleras, candados, cadenas, el velo va todo quemado y luego lleva una espada más alta que yo con tacones, así que... ¡Punto a favor!», reivindica. Ella es Belén, la pequeña Blancanieves que ha pasado a disfrutar también disfrazada como prometida matazombis.

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