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Una sala del Archivo llena de cuadros y esculturas falsificadas.
El arte de la falsificación

El arte de la falsificación

‘Falsos Artísticos’ reúne pinturas y esculturas incautadas por la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional

SAMUEL REGUEIRA

Domingo, 19 de febrero 2017, 21:02

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«Uno de esos encendedores estaba en el bolsillo de Franklin D. Roosevelt el día que lo asesinaron. El otro no. Uno tiene historicidad, mucha. El otro nada [] No hay ahí «plasma místico», no hay «aura»». Este extracto de la novela ucrónica El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, viene a plantear qué distingue una falsificación de una obra de arte original. Sobre esa misma pregunta se vertebra la exposición Falsos Artísticos, una muestra organizada con material incautado por la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional que se inauguró ayer en la Sala de Exposiciones del Archivo General de Castilla y León, ubicada en el Palacio del licenciado Butrón.

La exposición está ordenada de forma cronológica y, en palabras del coordinador, Manuel González Clavero, «ofrece distintas perspectivas de todos los tipos de falsificación que puede sufrir una obra de arte», resumibles en tres responsables; el que recrea el cuadro, el que copia la firma y el que lo coloca en el mercado. Las estimaciones sobre el dinero que mueven en el mercado negro estas piezas de contrabando «suelen ser aproximaciones de la Interpol, nunca estadísticas oficiales», señaló, cauto, el comisario, ante las cifras que la sitúan en los 15.000 millones de euros anuales (de un 25% a un 40% del total, según ciertos medios de comunicación e instituciones), o que el tráfico ilegal de piezas de arte sea el tercero más lucrativo tras el de armas y el de droga; una estimación que ni siquiera la Interpol es capaz de confirmar.

Un retrato renacentista de San Francisco abre Falsos Artísticos como ejemplo de falsificación no por un copista ni por una firma engañosa, sino por un certificado que lo atribuye, nada menos, que al Greco. A partir de ahí, se van sucediendo distintas corrientes pictóricas, en la que los estafadores se han especializado en recrear pinceladas, colores y sombras, por un lado; y para simular el envejecimiento del paso del tiempo mediante laboriosas técnicas que fingen la antigüedad de la copia, por otro: «Al realizar cada uno de estos trabajos, un falsificador puede cobrar hasta 500 euros», explicó González Clavero. Es, visto desde una perspectiva maliciosa, otro caso ejemplar de trabajo mal pagado, habida cuenta de que una buena falsificación llega a alcanzar, holgadamente, un mínimo de entre cuatro y seis cifras en cualquier subasta de obras de arte.

Calvarios, bodegones, relieves y grabados han tratado de pasar por trabajos de todo tipo de artistas, ya fueran neoclasicistas (Mariano Benlliure), vanguardistas rusos (Malevich, Kandinsky), expresionistas suizos (Giacometti) o contemporáneos españoles: Tàpies, Miró, Benjamín Palencia, Antonio Saura, el Equipo Crónica e incluso Picasso, a quien irónicamente se le atribuye la frase de que «todo tipo de arte es una mentira que ayuda a ver la verdad». En la misma línea, tanto los falsificadores como los responsables de la Brigada de Patrimonio Histórico se han ido ayudando de las nuevas tecnologías para sofisticarse en sus engaños, los unos, y para descubrirlos, los otros.

Los mayores retos

En las vitrinas centrales de la exposición, que se puede visitar hasta el 30 de abril, se halla una buena colección de falsas esculturas precolombinas, incautadas en la llamada Operación Chavín de 2008 y que supusieron uno de los mayores retos para los expertos a la hora de distinguirlas de sus originales. En la misma línea de visibilizar las tareas de la Brigada del Patrimonio Histórico se presentan dibujos atribuidos a Santiago Ramón y Cajal o Rafael Alberti, diamantes y pasaportes falsos o un facsímil del mediático Códice Calixtino, sustraído de la Catedral de Santiago en 2011 y desaparecido durante un año. Para la pequeña historia también se destaca un billete de cien pesetas pintado a mano por el palentino Ursicino Martínez, cuyo talento sirvió para comprarse un sombrero sin ser consciente de que su excepcional falsificación era tan valiosa como el mismo billete. Martínez, proverbialmente natural de Villabellaco, reconoció su opus magnum en un reportaje televisivo décadas después de haberlo gastado, en los años 50. Hoy su nombre luce, orgulloso, bajo este trabajo de pura artesanía.

Falsos artísticos también recoge copias, honestas, del escultor asturiano Juan Villa, quien mediante impresoras 3D y otras técnicas reproductivas ha recreado bustos como el de Nefertiti o el de la Dama de Elche, el mosaico de John Lennon o la Estela de Hammurabi.

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