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Mariemma, en una imagen de 2004.
Mariemma no se fiaba del duende

Mariemma no se fiaba del duende

Íscar y Valladolid celebran este año el centenario del nacimiento de la divina de la danza española, la profesora que creó escuela y metodología en su disciplina

Victoria M. Niño

Martes, 10 de enero 2017, 17:05

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Este martes, día 10 de enero, Guillermina Martínez Cabrejas, Mariemma, hubiera cumplido cien años. El primer centenario de la divina de Íscar servirá para recordar su legado, para ver de nuevo sus coreografías y para asomarse al museo que muestra los trajes que asombraron al mundo por cómo los movía esta bailarina de danza española. Aquella mujer menuda, lista, locuaz y metódica murió en 2008 a los 91 años.

migrar pronto a París con su familia, la impronta castellana la llevó a gala durante toda su vida por su forma directa de hablar, igual con un alumno que con el ministro de cultura de turno. La danza fue en su niñez «el modo instintivo de manifestarme», decía. Primero guiada por su madre, después por la Escuela de Danza del Teatro Châtelet de París. Al acabar la Guerra Civil se muda a Barcelona y ahí comienza su carrera internacional. En su juventud, definía su arte como «la transformación de emociones, sentimientos e ideas en movimientos rítmicos» y ya mujer, «la danza era para mí crear belleza combinando movimientos del cuerpo, artísticamente, en el espacio y en el tiempo». Y para ello solo confió en la disciplina. Mover el abanico, girar la cola del vestido, tocar las castañuelas o hablar con el cuerpo tenían su técnica. El duende venía, o no, después. Quién fue admirada por Rubinstein, Karajan, Andrés Segovia o sus colegas del clásico, las también divinas (declaradas por la UNESCO) como Alicia Alonso o Maya Plisetskaya, llevó su baile estilizado por todo el mundo. Pronto recibió el Premio Nacional de Danza y se sucedieron infinitos reconocimientos que, ya octogenaria y de modestia comedida, justificaba «es que he trabajado mucho».

Recitales en su honor

Mujer entregada a su arte, desde la concepción coreográfica, desde el escenario, desde la compilación teórica, desde la docencia y la defensa como «arte culto», decidió no casarse. «Me enamoré a los 23 años y pensé en hacerlo, pero las leyes eran tan demenciales para la mujer que me eché atrás quince días antes». A finales de los sesenta compagina los escenarios con su cátedra en el Conservatorio de Madrid y luego con la participación en el Consejo Superior del Teatro. Siempre alimentó su escuela tanto en Madrid como en Valladolid. Fue llenado cuadernos con figuras, pasos, posiciones de las cuatro especialidades de danza española. Ese trabajo cristalizó en el volumen Tratado de Danza Española (1997), aunque hasta el final de su vida siguió escribiendo sus ideas. Siempre fue agradecida con sus raíces y volvió a su pueblo, Íscar, donde recientemente se han anunciado su programa para la celebración de señalado centenario.

Hoy hay un recital de danza en el Teatro Zorrilla, según la información recogida por Cruz Catalina. El evento contará con la presencia de grandes bailarines que recuperarán algunas de las coreografías emblemáticas de Mariemma entre los que habrá miembros del Real Conservatorio Profesional de Danza y el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila, las bailarinas invitadas cedidas del Ballet Nacional de España, Cristina Aguilera y Sara Arévalo, además de las discípulas directas de Mariemma, Carmen Orta y Mayte Bajo.

A finales de mes, en el marco de la Feria Internacional del Turismo 2017 se presentará el Museo Mariemma en Madrid. El 13 de febrero, coincidiendo con el décimo aniversario de la inauguración del museo, se renovará la exposición permanente exhibiendo vestidos de sus orígenes. El 18 de marzo, en el auditorio de Íscar habrá un recital de danza en colaboración con el Real Conservatorio Profesional de Danza. Entre los artistas invitados estarán sus discípulos Mayte Bajo y Antonio Canales. Estuvo siempre en contacto con las nuevas generaciones de bailarines, lo que la hacía rejuvenecer además de «tomarse la vida con humor».

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