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El novelista irlandés, John Banville, ayer en Segovia
John Banville, el escritor desdoblado en eterna pugna

John Banville, el escritor desdoblado en eterna pugna

El narrador irlandés desnuda su doble personalidad, artística y humana en el Hay Festival

samuel regueira

Domingo, 25 de septiembre 2016, 15:13

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Uno de ellos es de las personalidades literarias más aplaudidas en el actual panorama internacional, y su nombre se repite, año sí año, también en las quinielas del Nobel de Literatura. El otro es un aplaudido apellido del género 'negro', una saga trepidante protagonizada por un forense singular y que ya va por su sexto libro. Uno es John Banville. El otro es su pseudónimo, Benjamin Black. Ambos, bajo el nombre del primero, estuvieron presentes en el Hay Festival de Segovia, donde expusieron alguna de sus reflexiones sobre la vida, la condición humana y, de vez en cuando, la literatura.

«Soy la única persona en el mundo que no puede leer sus libros», repetía minutos antes de su conferencia ante la prensa». Recordó una anécdota en torno a Cary Grant, cuando le preguntaron qué se sentía siendo él, el actor respondió: «Me gustaría ser él». En esa misma línea a Banville le gustaría vivir dentro de su reputación o, en su defecto, ser en verdad Benjamin Black, «todo un artesano que no tiene pretensiones... ¡sería tan sencillo convertirme en él!»

«Al principio intenté ser Benjamin Black por las mañanas y Banville por las tardes», relató; «ahora mismo, intento matar el verano escribiendo una novela de Black, directamente en la pantalla del ordenador». Para lograr el ritmo de una de Banville, prefiere la resistencia del papel y el bolígrafo: «Es una forma de trabajar completamente distinta, soy muy afortunado de tener a dos escritores en la misma habitación, y es más sencillo mantener esta dualidad de lo que parece».

Pero Banville siempre está contra Banville, incluso cuando Banvi-lle desautoriza a Banville: «Considero que mis libros son mejores que los de todo el mundo», declaró en el Aula Magna del IE, «pero no son lo suficientemente buenos para mí». Su meta, al menos, sí parece exenta de dualismos: «Aspiro a la perfección, como cualquier obra de arte, y por eso no vuelvo a leer mis libros; si pienso en ellos solo recuerdo sus defectos, son, como cualquier obra de arte, imperfectos». Solo se preocupa por el futuro, y en seguir esa persecución hacia la novela redonda y en convertirse, algún día, en un auténtico poeta.

Uno de sus mayores éxitos críticos y de público es El mar, inicialmente rechazada por su editor, un cristalino regreso a la infancia plagado de reminiscencias a la obra de Virginia Woolf, en su empleo del flujo de conciencia, y que ostenta una gran complejidad psicológica. «Los escritores utilizan su infancia, la mitifican; no escribimos del llamado presente, algo que no sé bien qué es exactamente, es demasiado fugaz», admitió. «A medida que envejezco, regreso a esa versión idealizada, es como el Dublín de Joyce; tomamos esa realidad y la sometemos a un proceso imaginativo que la convierte en otra cosa. Eso hacemos los escritores».

Asimismo, trato de explicarse el éxito de sus obras en este país: «Nosotros también vivimos una guerra civil, y el catolicismo está muy presente en nuestras vidas. Somos iguales, aunque nos falta vuestro sol, vuestra comida y vuestro vino». Y evitó mojarse ante el inminente anuncio del Nobel: «He dicho cosas tan poco juiciosas el año pasado que lo mejor que puedo hacer es callarme». Los fans de Banville pronto podrán disfrutar de la traducción al español de Birchwood, una de sus primeras novelas escritas durante la década de los 70, que llegará a las librerías del país bajo el nombre de El regreso. Por otra parte, los admiradores de las aventuras del forense Quirke, el héroe de las novelas de Benjamin Black, esperan con fruición para 2017 la que será la sexta de sus entregas, Las sombras de Quirke. Por añadido, el escritor trabaja actualmente en la secuela de Retrato de una dama, la novela clásica de Henry James.

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