Borrar
Verónica Forqué, Carmen Maura y Chus Lampreave, en ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’.
De la ‘femme fatal’ a la ‘mamma’

De la ‘femme fatal’ a la ‘mamma’

Una reflexión sobre los papeles femeninos en el cine de Almodóvar

CARLOS AGANZO

Martes, 17 de mayo 2016, 17:17

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Al igual que ocurre con Luis Buñuel, una buena parte del atractivo irresistible del cine de Pedro Almodóvar estriba en su capacidad de conjugar lo más tradicional, y hasta lo más casposo, con lo más moderno o al menos lo más provocador; sin solución de continuidad. En su manera de mirar y retratar a la mujer sucede lo mismo: al lado de sus personajes de cómic para adultos, de sus prostitutas, sus transexuales o sus toxicómanas, destacan, en diferentes momentos de su filmografía, las chicas de barrio, las madres de pueblo o las sufridas amas de casa, cada una con su peculiar drama a cuestas.

Los primeros grandes papeles femeninos escritos por Almodóvar, de hecho, obedecen a su militancia en el punk-glam, la caricatura y el cutrelux. La lluvia dorada de Bom (Alaska/Olvido Gara) sobre la masoquista Luci (Eva Siva) en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón; la ninfomanía de Sexi (Cecilia Roth) en Laberinto de pasiones; los nombres de guerra de las Redentoras Humilladas (sor Rata de Callejón, sor Estiércol, sor Perdida, sor Víbora...) de Entre tinieblas; el «¡Riégueme!» de Tina (Carmen Maura) en La ley del deseo, o las escenas X de cuerda y cama de Marina (Victoria Abril) en ¡Átame! son buenos ejemplos de esas mujeres de tebeo que se corresponden con las primeras aventuras de Almodóvar travestido como Patty Diphusa, con sus colaboraciones en El Víbora o Vibraciones.

A ellas hay que añadir algunos magníficos papeles inspirados en los clásicos del cine americano, como la Becky del Páramo de Tacones lejanos o la Amanda Gris de La flor de mi secreto, interpretadas las dos por Marisa Paredes. Y, sobre todo, la espléndida galería de locas y excéntricas de Mujeres al borde de un ataque de nervios, donde Almodóvar decide dar un paso desde el cutrelux hasta la comedia de clase alta, con Carmen Maura, Julieta Serrano y María Barranco («¡Mira lo mal que me ha tratado a mí el mundo árabe!») en su máximo nivel de inspiración. Un modelo, el de la historia truculenta, a medio camino entre el naturalismo y la ficción de cómic, al que por cierto volverá a rendir homenaje, mucho tiempo después, en La piel que habito, donde el pretexto del cambio de sexo de Vera Cruz (Elena Anaya) le sirve para filmar uno de sus títulos más personales.

Frente a esta colección de mujeres extravagantes, el gran personaje femenino que inaugura el ciclo almodovariano de las madres es la Gloria (Carmen Maura) de Qué he hecho yo para merecer esto, cuya escena del lagarto verde y el golpe letal en la cabeza del marido el desaparecido Ángel de Andrés López se convirtió en la época en una auténtica denuncia del papel doliente de las amas de casa. Madre coraje será también Manuela (Cecilia Roth) en Todo sobre mi madre, donde la poesía termina imponiéndose a lo grotesco por mucho que buena parte de los personajes de la película sigan aún en el underground; la concesión del Oscar a la mejor película extranjera en 1999 lo dice todo, o casi todo, en la capacidad del director manchego para salirse al fin de los límites del mundo de la movida madrileña y tocar a un público definitivamente universal.

Nacido en el seno de una familia marcada por las mujeres, Pedro Almodóvar tendría que esperar aún unos años para filmar la que no solo es la película que mejor ilustra su homenaje particular a su madre y a las mujeres de su pueblo, sino también la que introduce el cine de Almodóvar en una nueva dimensión, definitivamente más íntima. La abuela fantasma, una vez más interpretada por Carmen Maura, completa el trío femenino singular que exhiben Raimunda (Penélope Cruz), en el papel de la mujer de un obrero en paro; Sole (Lola Dueñas), titular de una peluquería en su propia casa, y Agustina (Blanca Portillo), la que se quedó en su lugar de la Mancha en lugar de, como tantas otras, irse a vivir al arrabal urbano...

Algo de todas estas mujeres, ya definitivamente en ese plano íntimo que tan bien se corresponde con la adaptación de los relatos de Alice Munro, tienen también las mujeres de Julieta. Entre la femme fatal y la mamma, en el mejor estilo de Almodóvar.

igual que ocurre con Luis Buñuel, una buena parte del atractivo irresistible del cine de Pedro Almodóvar estriba en su capacidad de conjugar lo más tradicional, y hasta lo más casposo, con lo más moderno o al menos lo más provocador; sin solución de continuidad. En su manera de mirar y retratar a la mujer sucede lo mismo: al lado de sus personajes de cómic para adultos, de sus prostitutas, sus transexuales o sus toxicómanas, destacan, en diferentes momentos de su filmografía, las chicas de barrio, las madres de pueblo o las sufridas amas de casa, cada una con su peculiar drama a cuestas.

Los primeros grandes papeles femeninos escritos por Almodóvar, de hecho, obedecen a su militancia en el punk-glam, la caricatura y el cutrelux. La lluvia dorada de Bom (Alaska/Olvido Gara) sobre la masoquista Luci (Eva Siva) en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón; la ninfomanía de Sexi (Cecilia Roth) en Laberinto de pasiones; los nombres de guerra de las Redentoras Humilladas (sor Rata de Callejón, sor Estiércol, sor Perdida, sor Víbora...) de Entre tinieblas; el «¡Riégueme!» de Tina (Carmen Maura) en La ley del deseo, o las escenas X de cuerda y cama de Marina (Victoria Abril) en ¡Átame! son buenos ejemplos de esas mujeres de tebeo que se corresponden con las primeras aventuras de Almodóvar travestido como Patty Diphusa, con sus colaboraciones en El Víbora o Vibraciones.

A ellas hay que añadir algunos magníficos papeles inspirados en los clásicos del cine americano, como la Becky del Páramo de Tacones lejanos o la Amanda Gris de La flor de mi secreto, interpretadas las dos por Marisa Paredes. Y, sobre todo, la espléndida galería de locas y excéntricas de Mujeres al borde de un ataque de nervios, donde Almodóvar decide dar un paso desde el cutrelux hasta la comedia de clase alta, con Carmen Maura, Julieta Serrano y María Barranco («¡Mira lo mal que me ha tratado a mí el mundo árabe!») en su máximo nivel de inspiración. Un modelo, el de la historia truculenta, a medio camino entre el naturalismo y la ficción de cómic, al que por cierto volverá a rendir homenaje, mucho tiempo después, en La piel que habito, donde el pretexto del cambio de sexo de Vera Cruz (Elena Anaya) le sirve para filmar uno de sus títulos más personales.

Frente a esta colección de mujeres extravagantes, el gran personaje femenino que inaugura el ciclo almodovariano de las madres es la Gloria (Carmen Maura) de Qué he hecho yo para merecer esto, cuya escena del lagarto verde y el golpe letal en la cabeza del marido el desaparecido Ángel de Andrés López se convirtió en la época en una auténtica denuncia del papel doliente de las amas de casa. Madre coraje será también Manuela (Cecilia Roth) en Todo sobre mi madre, donde la poesía termina imponiéndose a lo grotesco por mucho que buena parte de los personajes de la película sigan aún en el underground; la concesión del Oscar a la mejor película extranjera en 1999 lo dice todo, o casi todo, en la capacidad del director manchego para salirse al fin de los límites del mundo de la movida madrileña y tocar a un público definitivamente universal.

Nacido en el seno de una familia marcada por las mujeres, Pedro Almodóvar tendría que esperar aún unos años para filmar la que no solo es la película que mejor ilustra su homenaje particular a su madre y a las mujeres de su pueblo, sino también la que introduce el cine de Almodóvar en una nueva dimensión, definitivamente más íntima. La abuela fantasma, una vez más interpretada por Carmen Maura, completa el trío femenino singular que exhiben Raimunda (Penélope Cruz), en el papel de la mujer de un obrero en paro; Sole (Lola Dueñas), titular de una peluquería en su propia casa, y Agustina (Blanca Portillo), la que se quedó en su lugar de la Mancha en lugar de, como tantas otras, irse a vivir al arrabal urbano...

Algo de todas estas mujeres, ya definitivamente en ese plano íntimo que tan bien se corresponde con la adatación de los relatos de Alice Munro, tienen también las mujeres de Julieta. Entre la femme fatal y la mamma, en el mejor estilo de Almodóvar.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios