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Escultura ‘La fotografía’, de Ángel Díaz, en una de las salas de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción.
Los tesoros velados de la academia

Los tesoros velados de la academia

La sede de la Purísima Concepción guarda un centenar de obras de arte que solo se muestran en ocasiones por falta de medios para abrirla al público

Jesús Bombín

Domingo, 5 de abril 2015, 17:06

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La Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción es una de las instituciones con más solera de Valladolid a la vez que una gran desconocida para buena parte de los ciudadanos. Nació en 1779, impulsada por un grupo de aficionados a las matemáticas y a la enseñanza del dibujo, sustentada en un ideario ilustrado orientado a la promoción y el fomento de las artes y la conservación de los monumentos. Fue admitida por Carlos III bajo su real protección en 1783 y figura, tras la Academia de San Fernando, la de San Carlos de Valencia y la de San Luis de Zaragoza, entre las más antiguas del país.

A lo largo de su historia ha estado formada por 373 académicos de número. En este momento cuenta con 26 académicos numerarios, especialistas en campos que abarcan desde la historia, filosofía, arquitectura, ciencias, pintura, escultura y fotografía hasta la arqueología o la música, entre otras disciplinas. Dos académicos electos tienen pendiente la lectura de su discurso para entrar, previsiblemente este año: la escultora Belén González y el arquitecto Roberto Valle.

Su sede, en el edificio de la Casa de Cervantes, en la calle Rastro de Valladolid, guarda una colección de un centenar de obras de arte a la que pocas personas tienen acceso. De las paredes de varias salas del edificio cuelgan obras que han sido donadas por particulares y académicos que a lo largo de los últimos cuatro siglos han pertenecido a la institución, una colección que ha crecido también gracias a los concursos que organizó a partir de 1863 con la idea de hacer evidentes los progresos de su alumnado en tiempos en los que la corporación tenía vocación docente.

La colección agrupada en varias salas de la Casa de Cervantes se distribuye en cuatro secciones. La de arquitectura incluye varios retratos de profesores de esta disciplina, planos y libros propios de la materia. La de escultura reúne obras de Aurelio Rodríguez Carretero, Darío Chicote, Ángel Díaz, Mariano Benlliure, Lorenzo Frechilla, Ignacio Gallo o Ramón Núñez, entre otros autores. La sección de música incorpora publicaciones y varias piezas de este ámbito evocadas desde la pintura a través de obras de Mario Viani, Isidro González, o Pedro Anca Santarén, entre otros. Son en su mayoría piezas que forman parte de la memoria cultural de artistas vinculados a Valladolid y a Castilla y León.

La sala de pintura reúne obras de Antonio Maffei, Eduardo García Benito, Anselmo Miguel Nieto, Aurelio García Lesmes o Mercedes del Val Trouillhet, Gabriel Osmundo Gómez, Marcelina Poncela Ontoria y Mariano de la Fuente, entre otros. «Un tesoro artístico», como lo define Manuel Arias, subdirector del Museo Nacional de Escultura y académico de la Purísima Concepción, unas obras de arte que, sin embargo solo pueden apreciarse en ocasiones puntuales en las que la institución organiza alguna visita guiada.

Jesús Urrea preside la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción y es consciente de la frustración que produce albergar una colección histórica como la que posee la institución y no poder abrirla regularmente al público. «Esto podría ser un museo muy interesante, pero la Academia sola no puede hacer frente a los gastos que conllevaría un proyecto así».

Manuel Arias reconoce que para ello habría que resolver cuestiones de accesibilidad y de vigilancia con el fin de adecuar las visitas a las posibilidades de un recinto en el que cada último sábado de mes los académicos se reúnen en una sala con el propósito de abordar informes sobre patrimonio, programar actividades y elaborar un catálogo de actuaciones que detallan a través de la web. «La finalidad de la Academia va mucho más allá de la defensa del patrimonio artístico y la divulgación de su aprecio a través de la elaboración de estudios», explica Manuel Arias, dando cuenta de la edición de publicaciones, seminarios de investigación o los cursos de patrimonio cultural Conocer Valladolid que se vienen organizando en los últimos años.

Aunque el número máximo de académicos es de 32, la Academia tiene dos plazas pendientes de ocupar y cuatro libres. La condición de académico se obtiene cuando se produce una vacante y un aspirante opta a ella avalado por tres miembros de la entidad. Además, hay que ser vecino de Valladolid o al menos llevar un tiempo viviendo en la capital o la provincia y ser especialista en alguna materia de conocimiento. La categoría de socios honorarios se reserva para aquellos que, viviendo en otras ciudades o en el extranjero, mantienen algún vínculo con la ciudad.

La última incorporación fue la de Mary Maroto (Zamora, 1943) en diciembre del pasado año, con el discurso titulado La dificultad de crear y donó dos de sus obras. En enero de 2014 la había precedido el fotógrafo de Medina del Campo Ángel Marcos, en cuya alocución recordó sus inicios tras la cámara y cómo concibe el arte a partir de la pulsión de «leyendas, ritos y desasosiegos».

Entre tanto, las donaciones de los académicos siguen nutriendo los fondos de una colección que no para de crecer, enriquecida también por entregas de coleccionistas en una sede que depende del Ministerio de Cultura. Decenas de piezas se acomodan en la última planta de la Casa de Cervantes, en espera de exposiciones puntuales como la de A los progresos de las artes, organizada en 2012 para mostrar su trayectoria y su fondo artístico. Solo en ocasiones así y en visitas excepcionales algunos afortunados pueden disfrutar de este fondo artístico.

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