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Tortell Poltrona y Javier Rey, en la jornada de TeVeo.
La distancia necesaria que procura una nariz

La distancia necesaria que procura una nariz

Tortell Poltrona, fundador de Payasos sin Fronteras, siembra sonrisas en los niños de los campos de refugiados desde 1993

Victoria M. Niño

Sábado, 22 de noviembre 2014, 12:43

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Hablaba a sus colegas de las artes escénicas que trabajan para público infantil en el marco de la segunda edición de TeVeo, que se celebra en Valladolid. Pero el mensaje de Tortell Poltrona trasciende a su gremio. Una casualidad del destino quiso que este payaso atendiera la petición de unos niños en Istria, esa minúscula península que en 1993 era un campo de refugiados para los que huían de la guerra en Yugoslavia. Y desde entonces ha encontrado un hueco para trabajar ante ese público silenciado por el ruido de las bombas o los desastres naturales ya fuera en Sri Lanka, Eritrea o Líbano.

Fundó Payasos sin Fronteras y el balance al cierre de 2013 eran 10.707 actuaciones, por compañías de trece nacionalidades en 98 países, «para que vean que el mundo está hecho una mierda», decía.

«Yo no hago el payaso, soy payaso desde hace cuarenta años». Y a partir de esta declaración, repasó la eternidad que precede a este oficio de hacer reír en todo el mundo, «desde la pirámide de Tebas donde Denge entretenía al faraón, a la ópera china, desde el Mahabarata, a los sioux, entre los fenicios y los griegos, creo que la comicidad y la danza fueron las primeras artes escénicas». Distingue entre cómicos, «los que hablan sin maquillarse», y payasos, «que no hablan, se pintan y hacen humor sobre conceptos». Da igual que no los entienda el propio payaso, «he llegado a hacer un número sobre la muerte, que yo no comprendo, pero el público sí». Poltrona repasó tres inteligencias, «la que dice sí, pero... que está en la cabeza, la que dice sí, sí y está entre las piernas, y a la que apela el payaso, la inteligencia animal, intuitiva, que esta en esta zona parasimpática del estómago, bajo la caja torácica. Ahí sentimos las sensaciones».

Practicante de un humor poético, «conocí a Joan Brossa, hizo mucho por nosotros», Poltrona apela a la imaginación y el esfuerzo para crear cultura «que cambie la forma de pensar y vivir del público». Ese cambio lo sintió inmediato y brutal desde que comenzó a trabajar en lugares anejos a los desastres humanos. «He hecho 42 viajes con Payasos sin Fronteras. Cuando ocurrió el tsunami del Índico, marchamos para Sri Lanka el 4 de enero. Si recuerdan, Médicos sin Fronteras había pedido que no mandaran más medicinas y dinero, que necesitaban ayuda psicológica. Estuvimos haciendo un espectáculo en cada escuela que reabrían, éramos los que recibían a los niños. Un día fuimos a un Instituto. De los 1.500 alumnos, quedaban 700. Nos imponía un poco porque ya eran mayores, ya entendían lo ocurrido. Hicieron un acto funerario todas las confesiones religiosas juntas y cuando acabó no teníamos cuerpo para actuar. Ahí es donde entra la nariz y el maquillaje, lo que te permite apartarte del ser humano y de esas emociones. Pudimos trabajar y al final vino el director llorando. Nos han dado de todo, pero nadie nos trajo la vida. Ustedes nos la han traído a un sitio donde solo había muerte». Lo contaba ayer en el Calderón, sin nariz de espuma.

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