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Ana María Ortega muestra uno de los libros deplegables, junto a Mercedes Cantalapiedra y Álvaro Gutiérrez.
La mágica historia de los libros que brotan

La mágica historia de los libros que brotan

La Casa Revilla acoge la exposición 'Una historia de los libros desplegables' con 85 obras de la colección de Ana María Ortega Palacios y Álvaro Gutiérrez Baños.

Alfredo Gómez

Miércoles, 5 de noviembre 2014, 13:03

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Los viajes de Marco Polo, las aventuras por África, Alicia en el país de la maravillas, Cinderella, el circo, Pinocho, mariposas, brujas y dragones son algunas de las historias que pueden verse en la exposición 'Una historia de los libros desplegables', que acoge el Casa Revilla hasta el 8 de diciembre. El mundo mágico de las historias que brotan de las páginas, con 85 obras de la colección de Ana María Ortega Palacios y Álvaro Gutiérrez Baños.

Entre ellas, libros nunca antes expuestos, ordenados por orden cronológico en cuanto a las historias que cuentan y a las técnicas empleadas en desarrollarlas, desde las más sencillas hasta las más espectaculares.

Son los libros que los anglosajones denominaron 'pop-up books', los libros que brotan, libros desplegables, libros móviles, libros animados, libros tridimensionales, libros vivos, prodigios de papiroflexia que esperan agazapados el momento de ser abiertos para saltar de la página, mostrando la mágica irrupción del teatro dentro del propio libro.

En 'La ventana mágica', uno de los libros expuestos en la Casa Revilla, los protagonistas gritan, zarparemos con rumbo al Caribe a encontrar tesoros en islas con loros.

El origen de esta colección se remonta a la niñez de Ana María Ortega y a un libro heredado de una tía suya que se titulaba 'Las canciones de la abuelita', un tomo que incorporaba un xilófono y que con el tiempo desapareció en algún desván familiar. En la década de 1980, estando cursando estudios musicales en San Sebastián, Ana María compró una reedición de este libro que añadió a su biblioteca. Éste fue el germen de esta colección de libros con elementos mecánicos en su interior.

Nos enriquece compartir, manifestó Ana María Ortega, quien junto a su marido, Álvaro Gutiérrez Baños, ha acumulado más de 2.000 piezas, siempre con criterios bibliográficos o temáticos. A los libros tridemensionales se añade aquí la cuarta dimensión, que es el movimiento, añadió Álvaro Guitérrez.

Aunque desde el siglo XIII, esta clase de libros se empleaban para los estudios de Astronomía o Medicina, con el paso del tiempo fueron derivando hacia historias para niños sobre todo en la época victoriana, hasta especializarse en todo tipo de cuentos infantiles adultos y, ya en la modernidad reciente, expresar pasajes abstractos que recuerdan a Miró.

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