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Marca Hispania

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Profesores y estudiantes de latín se empeñan en mantener viva esta lengua hablándola en actividades cotidianas

Antonio Paniagua

Domingo, 31 de agosto 2014, 07:54

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El latín se resiste a morir. La lengua de Cicerone sirve aún hoy para algo más que para publicar encíclicas pontificias. Frente a los que se apresuran a firmar su acta de defunción, los amantes de la cultura clásica recuerdan que el latín pervive en las lenguas romances, como el italiano, el francés o el español, y es el mejor modo de acceder a un legado que va de Virgilio a Erasmo de Rotterdam, del que toma su nombre el programa de movilidad estudiantil Erasmus, patrocinado por la UE. La Asociación Cultura Clásica está empeñada en difundir el patrimonio grecorromano en institutos y universidades. En 2014 todavía es posible mantener una animada charla en latín por teléfono móvil, charla que comienza cortesía obliga con un salve. Los miembros de la asociación lo hacen a diario y, es más, organizan visitas al Museo Arqueológico Nacional en las el que el guía (ductur periegeticus) habla en latín con la misma soltura que un político en campaña electoral.

El presidente de la Asociación Cultura Clásica.com, Antonio González, considera que el primer paso que hay que dar es cambiar la didáctica de la lengua. Queremos enseñar latín y griego como lo aprendían los humanistas, es decir, de una forma activa, para que las personas que se acercan a esa lengua puedan llegar a la cultura grecorromana a través de la lengua. La pedagogía del latín está más que anticuada. Por eso González se afana en implantar el uso de técnicas más modernas, de modo que el aprendizaje sea ameno y productivo. ¿Y cómo se logra aprender sin sufrir demasiado? El alemán Wilfried Stroh es partidario de dar más importancia a la enseñanza de la literatura y la historia que a las declinaciones. Su ensayo El latín ha muerto, ¡Viva el latín!, publicado en España por Ediciones del Subsuelo, ha vendido en su país 100.000 ejemplares, todo un récord para una materia que se creía propia de un puñado de eruditos.

Sin nativos

Para Jorge Tárrega, profesor en el Instituto El Grao de Valencia, es injusto que se tache al latín de lengua muerta. Ahora hay una tendencia muy fuerte en toda Europa a llamarla lengua inmortal. Es cierto que desde el siglo V o VI después de Cristo ya no hay nativos del latín, pero durante 1.400 años funcionó como lengua franca. Aún hoy el latín persiste como lengua internacional de la cultura. Tárrega asiste a congresos internacionales y se comunica con noruegos, alemanes y africanos en latín. En España habrá una decena de círculos compuestos a lo sumo por 15 personas que se obstinan en emplear el latín y mantenerlo como lengua viva.

La sombra del latín es tan alargada que en 1835 un joven llamado Karl Marx superó el examen de bachillerato prusiano (una especie de selectividad) en el que una de las pruebas era una redacción en latín. A los 17 años, el que luego sería padre del Manifiesto comunista cosechó el reconocimiento de sus profesores por su dominio de la lengua nacida en el Lacio, aunque quedaron espantados por su endiablada caligrafía. Por entonces el latín recorría Europa, y no era una fantasmada.

Pese a que durante siglos fue la segunda lengua de cualquier autor clásico, en la actualidad pocas personas en el mundo son capaces de sostener una conversación fluida en latín sin trabucarse; a lo sumo lo pueden hacer 3.000 0 4.000 hablantes. Benedicto XVI lo hace, no así el papa Francisco. En España la cifra se limita a 500 o 600 personas, según los cálculos de Tárrega, quien estima que apenas un centenar de hablantes tienen una competencia seria que les permita entenderse con extranjeros.

Gente seria

Recuperar el latín no es una empresa estrafalaria. Después de dos milenios y medio, esta lengua sigue constituyendo la llave para acceder a textos clásicos y es uno de los mejores medios para entender los saberes humanísticos. Durante años hemos escuchado que el latín servía para desarrollar la lógica, entender la etimología de las palabras, comprender la sintaxis del castellano. Pero todo eso es secundario. El latín es, per se, una lengua de cultura, un vehículo de humanidad, y para nosotros eso es lo más importante, dice María Luisa Aguilar, profesora de latín en un instituto de El Puig (Valencia).

Los finlandeses, tenidos por gente seria no en vano sus alumnos descuellan por sus calificaciones en el informe PISA- comenzaron a elaborar en 2006, cuando asumieron la presidencia rotatoria de la UE, un boletín de noticias semanal en latín. De esta manera pretendían aliviar el babel en que está sumida la Europa comunitaria. Los finlandeses no cejan en su cruzada, hasta el punto de que una emisora radiofónica, YLE, emite noticias en latín a través de un programa semanal que se llama Nuntii Latini. En España, existe algo parecido: Radio Torcal emite un informativo en latín con el que es posible enterarse de la evolución de la discriminis vectigal (prima de riesgo) o de los resultados de los partidos de pediludium (fútbol).

Los dirigentes de la asociación creen que en la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) quedan relegadas las materias humanísticas, entre ellas el latín. Con la ley Wert se habla mucho de empleabilidad y competitividad, pero se dejan de lado las humanidades. Lo primero que se debe pedir a la escuela es que forme personas, argumenta Aguilar.

Y ¿qué se hace cuando surge una palabra nueva, un neologismo? Ya se han acuñado términos nacidos al calor del auge de Internet, como computatrum (ordenador) o pagina domestica (página de inicio). Pero no es un asunto que quite el sueño a los latinistas. Nuestra finalidad no es hablar de informática ni de Twitter en latín. Esos problemas pueden darse y solventarse de una manera sencilla; no queremos que nuestras conversaciones se centren en ello.

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