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Lucía Miranda, Paloma Leal, Mercedes Herrero y Ana Zamora.
Hacer teatro para cambiar el mundo

Hacer teatro para cambiar el mundo

Las directoras castellanas y leonesas Ana Zamora, Lucía Miranda, Mercedes Herrero y Paloma Leal se unen al género documental como «espacio de encuentro social»

virginia t. fernández

Miércoles, 27 de agosto 2014, 12:57

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«No hay que olvidar que nosotras hacemos teatro para cambiar el mundo», dice la directora teatral Ana Zamora. En la primera persona del plural incluye a sus colegas de profesión Lucía Miranda, Mercedes Herrero y Paloma Leal. A ellas en particular porque con ellas comparte esta semana festival y puesta en común de ideas. Las cuatro creadoras castellanas y leonesas presentan montaje en el FETAL, el Festival de Teatro Alternativo de Urones de Castroponce. Pero en la aseveración de Zamora se sobreentiende un vínculo implícito con todo creador cuya premisa de trabajo sea el compromiso social.

Que toda obra teatral es «un acto político» es algo que la directora segoviana ha repetido en varias ocasiones, especialmente desde que el año pasado echó a andar Penal de Ocaña (Nao damores), el montaje que rinde tributo a su abuela, la filóloga María Josefa Canellada. La novela homónima y sus diarios personales, de los que parte el espectáculo, muestran cómo la Guerra Civil cambió para siempre el rumbo vital de muchos jóvenes muy preparados en un tiempo en que «por una vez hubo un plan educativo que funcionó», lamenta Zamora, quien define el montaje como «un homenaje a una generación que se encontró con el horror y decidió seguir viviendo», alienta.

Un legado que se pierde

Convencidas de que en la memoria de la humanidad descansa una lectura del mundo contemporáneo que ha de ayudar a transformar el presente, las creadoras coordinan espectáculos que el festival de Tierra de Campos ha enmarcado en torno a la etiqueta teatro documento, el género teatral que minimiza la carga de ficción para verter la potencia dramática en testimonios reales. Quiere Zamora que el de su abuela sirva en la actualidad, dos generaciones después, para hacer acopio de fuerza y rebelarse en años difíciles. Lo intenta a través del teatro recordando «por qué y para qué» nace este arte, que no es más que «un encuentro de la sociedad con el fin de entender lo que somos», apunta.

Mercedes Herrero dirige Exhumación. Materia cruda (Pez Luna Teatro), un espectáculo en el que cuatro ancianas desnudan su alma en escena y cuentan una frustración existencial que no cesará hasta que los restos de sus padres, desaparecidos durante la contienda civil española, descansen en paz. «Este país está dejando que se vayan sin ni siquiera mirarlas», lamenta Herrero. Mirando hacia atrás, la directora encuentra el origen de su dedicación al género documental ya en las primeras aproximaciones al teatro, de muy joven, cuando la compañía palentina Alkimia 130, a la que pertenece, «creaba sus propios textos porque los que existían no explicaban sus problemas», recuerda. «Montábamos nuestras historias preguntando a otros» y canalizando sus preocupaciones por cuestiones de calado social. Entonces comenzó también una fuerte conexión con el mundo rural, un pilar sobre el que se sostienen otras compañías de la región. Una de ellas es Baychimo Teatro, que en Urones presenta el sábado A pelo. Su codirectora, Paloma Leal, se une a este grupo de jóvenes creadoras empleadas a fondo en vestir la realidad de dramaturgia para capturar al espectador tendiéndole un puente emocional que le acerque de otra manera al teatro.

En ese empeño, la labor más complicada es para Leal perfilar la «estilización de la verdad», «el arrope» escenográfico del testimonio real para no «sobrepasar el límite de la frivolización y que la forma no quede por encima del contenido», asegura. El etnógrafo José Luis Gutiérrez ha realizado decenas de entrevistas para el espectáculo y recogido la tradición oral del oeste zamorano. Toda una aventura la de «buscar pepitas de oro entre la arena», describe la creadora.

Respeto

Cuando la materia de trabajo es tan delicada como lo es el sentimiento de personas que sufren, «el componente de respeto» a la hora de desarrollar un espectáculo resulta innegociable. Así lo piensa Lucía Miranda, directora de The Cross Border Project, compañía que ha llevado a escena en el FETAL los conflictos domésticos derivados del alzhéimer en ¿Qué hacemos con la abuela?. La ligadura con lo real en este caso se traduce en un arduo proceso de documentación con expertos y personas que han vivido de cerca el problema. «Cada función es distinta porque el público es quien tiene el poder de contar y transformar sus historias», asevera Miranda. Tanto poder tienen los espectadores que se convierten en «spect-actores» y cambian sobre la marcha el rumbo del argumento. El primer paso para hacerlo con su propia realidad. Ese paso que dan solo los espectadores exigentes, los que salen de casa a sabiendas de que quizá sufrirán un trance desde la butaca. Pero el dolor es necesario a veces. Ellas ansían «contar verdad», sostiene su colega Mercedes Herrero, aunque haga daño, y a su vez requieren a un público «que realmente quiera ir a ver verdad», sentencia. Una vía de gratitud de doble sentido.

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