Tamayo fía el futuro a la «capacidad transformadora» del ser humano

El filósofo y teólogo palentino Juan José Tamayo paseaba por Sevilla en 2006 junto a José Saramago cuando, a la altura de la plaza de la Giralda, escucharon repicar fuertemente las campanas. Tras un comentario socarrón del escritor portugués, ambos mantuvieron una breve conversación que terminó en una sentencia: «Dios es el silencio del universo, y el hombre la voz que le da sentido». Tamayo le había rebatido a Saramago una reinvindicación de su férreo ateísmo con su propia medicina, palabras del propio escritor, «una de las mejore definiciones de Dios que he escuchado nunca», afirma el teólogo palentino. Contaba ayer esta anécdota en el Aula Mergelina de la facultad de Derecho de la UVA durante la presentación de su última obra: 50 intelectuales para una conciencia crítica del siglo XX (Editorial Fragmenta), una compilación de perfiles de los pensadores que más le han influido en su experiencia vital.

Su presencia en Valladolid se debió a la fundación Ateneo Cultural Jesús Pereda, el colectivo Contra el Olvido y la asociación Territorios de la Memoria, que cerraban su programa de actividades de la temporada con el desglose de esta «apología de la heterodoxia». Así define su libro Tamayo, que fue presentado por el escritor Gustavo Martín Garzo y el también palentino político socialista y catedrático de derecho mercantil Jesús Quijano, así como por la profesora Asunción Esteban y la nueva secretaria general de la UVA, Pilar Garcés.

Explicó el filósofo y teólogo castellano y leonés que esta obra ha sido un intento de demostrar que «otra narrativa es posible» a través del sentir de intelectuales heterodoxos que «piensan en otro mundo» y que creen que «las cosas pueden ser de otro modo».

Todos ellos tienen en común que «aúnan la la ubicación local con la perspectiva global», que «son defensores de la libertad individual sin restricción ni límite y además de los derechos colectivos» y, entre otros muchos aspectos troncales, creen profundamente en «la capacidad transformadora del ser humano».

Hombres y mujeres: filósofos, teólogos, líderes religiosos, políticos. Tamayo recrea cierta pluralidad de pensamiento, aunque sea un libro de confluencias. Lo es el punto de encuentro entre ateísmo y mística, como demostró su diálogo con Saramago (uno de los personajes del libro), o entre «intelectualidad mística» e intelectualidad política», convergencia ejemplificada con otra anécdota histórica.

Cuando se recuperó el cadáver de Albert Camus en 1960 llevaba consigo un libro para traducir de María Zambrano. Ambos aparecen en la obra de Tamayo. El pensamiento de ella, cuenta el palentino, «le impresionó» profundamente. Los dos están presentes también en la recopilación de perfiles de ilustres críticos con los paradigmas de la pasada centuria, aquellos pensadores que contribuyen con sus palabras a «despertar a una sociedad adormecida», que se preguntan el «porqué no» de las cosas, en vez de, simplemente, «el porqué» de lo que ocurre a nuestro alrededor.

Hannah Arendt, Ignacio Ellacuría, José Luis Aranguren o Pere Casaldáliga, son solo algunos de los intelectuales de los que Tamayo toma prestadas ideas para sumar a las suyas y «enriquecer el sentido de las palabras solidaridad y fraternidad», tal y como dijo Gustavo Martín Garzo, quien recordó la actitud siempre comprometida de Tamayo en su intento de «ayudar a los que lo necesitan frente a las leyes implacables del mercado». Su libro, definió el escritor, es un «manual contra las actitudes totalitarias y una reivindicación de la esperanza y la capacidad de soñar».