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Vista del patio del Palacio Real, donde se celebró la última sesión del Aula de Cultura de este curso.
Gibson espera que «la cultura soterrada de España aflore, que acabe la amnesia»

Gibson espera que «la cultura soterrada de España aflore, que acabe la amnesia»

El hispanista habló de su libro sobre Buñuel en el Aula de Cultura celebrada en el Palacio Real

VICTORIA M. NIÑO

Martes, 24 de junio 2014, 11:32

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Dejó la carrera académica por la literatura, la ambición de la cátedra por la de la escritura, «así que mi patria es mi próximo libro». Así hablaba ayer Ian Gibson en el patio del Palacio Real, donde se celebró la última sesión del Aula de Cultura de El Norte de este curso. El hispanista irlandés venía con su último volumen sobre Luis Buñuel aunque después de casi 40 años dedicados a las biografías, ha decidido que el próximo será una novela. Antes de hablar de ello, el coronel Lorenzo Benedet dio la bienvenida al público al Palacio Real, hoy cuartel. Gibson celebró el lugar, en cuyos tondos pronto identificó símbolos de su obsesión: Granada, «el último cachito reconquistado por los Reyes Católicos». De Granada era Lorca, en Granada vivió Gibson, en Fuentevaqueros tiene sus archivos aunque ahora reside en Lavapiés. En su balcón crece una encina, «símbolo para mí de Castilla, que me regaló el hijo de Delibes en un programa de esa cadena desconocida que es La 2». Ese es el tono de este irlandés que espera que «la cultura soterrada de España emerja, que se acabe con la amnesia».

«Fui al Trinity College a estudiar filología francesa, dominaba el idioma, me gustaba Verlaine. Pero a veces no eliges las cosas, hay misterios, como en el amor, que te llevan a la clase de un especialista en Cervantes y a conocer a Donald Shaw quien me descubrió a Rubén darío, esa mezcla de cultura española y francesa. Por él me fijo en España y conozco el Romancero gitano de Lorca. Yen 1965 caigo en esa telaraña de la que ya no pienso salir. Es una generación brillante, única, irrepetible, local y universal».

Cuando habla de telaraña se refiere a la España de los años veinte, a la Edad de Plata, en la que confluyen los intelectuales encorsetados bajo el nombre de Generación del 98, los de la del 16, y los del 27. De la primera se queda con Machado, a quien Gibson cita con asiduidad; de la segunda, con Ortega, el español que abrió la frontera a los vientos alemanes; de la tercera, a Lorca y sus compañeros de la Residencia de Estudiantes, Dalí y Buñuel. Tiene palabras de agradecimiento para Pepín Bello, ese vértice donde confluían tantos vectores geniales, que agitó y guardó las correspondencias de muchos de ellos.

«No se permitía suspiros»

Gibson contagia esa pasión por la década de los años veinte en ese Madrid «que era una ciudad pequeña, que se conocían casi todos, que tenía Ateneo, la tertulia del Café Pombo, la Universidad, la Residencia». Tras escribir la biografía de Lorca y Dalí, le faltaba la tercera pata de aquel trío y ha pasado siete años siguiendo las huellas del León de Calanda. El resultado, un gran volumen Luis Buñuel, la forja de un cineasta universal. 1900-1938, que en realidad abarca la primera parte de la vida del director. Y en esas décadas son sus amigos de la Residencia, los viajes a París, las locuras de Madrid lo que determina al futuro Buñuel.

Ian Gibson decidió pronto que quería dedicarse a la investigación de los individuos que le fascinaban. «Una biografía es un intento de aproximación a un ser humano, una manera de conocerse. En este país no había tradición de biografías y creo que son necesarias».

Junto a su libro, pasea el único que dejó Buñuel Mi último suspiro «aunque está mal traducido, Buñuel no se permitía suspiros. En realidad es Mi último anhelo. Es un libro lleno de errores porque Buñuel le contaba sus cosas a un colaborador en francés, este no sabía español y hay muchas imprecisiones. Tampoco utilizaba grabadora, así que llegaba a su casa y escribía lo que recordaba. Por ejemplo en estas memorias dice Buñuel que le debe todo a Lorca, que él era un bruto aragonés que no supo de poesía hasta que conoció a Federico. Si uno va a las cartas de 1928, Buñuel define al Lorca como un doble asqueroso, porque su pueblo en Granada se llamaba así, luego se renombró», explica Gibson. Por otra parte considera que «hacer una biografía es difícil y costoso, lleva mucho trabajo y dinero acercarse a la verdad». En cambio de las memorias personales, no se día. «La verdad de uno escandaliza a su entorno, nadie cuenta todo. Por ejemplo en el caso de Buñuel no habla nunca de su hermano Alfonso, quince años menor, más guapo y más alto que él, arquitecto, también estuvo en la Residencia de Estudiantes y homosexual.

La relación entre Madrid y París es fluida. En la Primera Guerra Mundial muchos, entre ellos Huidobro, dejan la capital gala y se instalan en la española. «Llegan las vanguardias poéticas, con el surrealismo a la cabeza. Guillermo de Torre escribió su manual de la vanguardias literarias. Por otra parte, gracias a Ortega, uno de los pocos españoles que podía leer a Freud en alemán, sugirió su traducción y llegó al público español antes que al francés. Todo el mundo en Madrid leyó la Psicopatología de la vida cotidiana, también Buñuel. Los libros de Freud en la biblioteca de Dalí estaban subrayados y manoseados». Precisamente será el pintor de Figueras el que le entregue la semilla de El perro andaluz. «Incluyo en el libro el primer guion. Lo escribieron juntos durante ocho días». A Buñuel le otorga la habilidad técnica para el cine, a Dalí la locura surrealista, la genialidad.

Gibson recordó cómo Guillén trajo a Lorca a mostrar su poesía, «él era la poesía, no la recitaba». Los extremos de esta visita fueron puntualizados por Esperanza Ortega, presente entre el público. El irlandés lamenta que su enorme esfuerzo se haya materializado en un libro excelentemente editado pero que «solo ha vendido 2.000 ejemplares».

Contento de haber cumplido con el reto, guardado material para la segunda parte en el cajón a la espera de mejores tiempos, advierte de que lo próximo será una novela. Y de Luis Buñuel, poco más. De haber estado ayer ¿qué disfraz hubiera elegido?

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