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Pedro Ballvé, presidente de Campofrío y Premio Miguel Delibes al Desarrollo Rural. IÑAKI BILBAO
Por su tesón y su resistencia. Por levantarse de las cenizas

Por su tesón y su resistencia. Por levantarse de las cenizas

Premio Miguel Delibes al Desarrollo Rural. Pedro Ballvé, presidente de Campofrío

María Orive

Lunes, 16 de noviembre 2015, 19:20

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«El reto es convertir esta tragedia en una oportunidad histórica para Campofrío». Son palabras de Pedro Ballvé, presidente del Grupo Campofrío, tras el incendio del pasado 16 de noviembre que arrasó con «el buque estandarte de la flota», su planta del polígono de Gamonal en Burgos. «No hay mal que por bien no venga», señaló antes de añadir que «habrá un antes y un después». Desde ese día, Ballvé ha demostrado humildad, compromiso, responsabilidad, fuerza, orgullo, determinación y esperanza. Es su planta. Es su empresa. Pero Campofrío, en Burgos y en Castilla y León, es mucho más que eso.

En 1952, José Luis Ballvé, su padre, fundó Conservera Campofrío SA. Después de 25 años, la empresa vendió el 50% de sus acciones a la compañía estadounidense Beatrice Food, una agrupación que permitió a Pedro Ballvé ir a estudiar a Estados Unidos. En concreto, se formó en General Foods, en Chicago, y en 1985, a sus 43 años, se convirtió en el presidente del Grupo Campofrío.

Dos años más tarde, pidió un crédito de 10.000 millones de pesetas al Banco Central para recuperar sus acciones. En 1988, salió a Bolsa y siguió creciendo. A principios de los 90, inició su internacionalización con la planta de producción en Moscú. En 1997, Hormel Foods adquirió el 21% de la compañía y comenzó la adquisición de otras empresas, como Navidul. En 2004, Smithfield Foods, Inc. adquirió el 22,4% de Campofrío Alimentación S.A. y el 100% de la filial polaca Morliny. En 2007, compró Carnes Selectas, con planta en la capital burgalesa también. Un año más tarde, nació Campofrío Food Group y, en 2013, entraron en su accionariado Sigma Alimentos y Shuanghi, como primer y segundo accionista respectivamente. Desde hace unos meses, Sigma WH Food Europa es el accionista único de la cárnica.

Sabe bien Ballvé lo que es luchar en las adversidades y, desde que el fuego devastó la planta de Campofrío en Burgos, su única meta ha sido «volver a levantarnos donde nos habíamos caído. No dormiremos tranquilos hasta que no cortemos la cinta», dijo el presidente al alcalde de la capital burgalesa en una conversación telefónica ese día, tras el mensaje de tranquilidad que quiso transmitir la compañía a través de una nota de prensa en la misma jornada.

Desde ese momento, Campofrío comenzó a trabajar, con la ayuda de todas las Administraciones que han facilitado de una u otra forma la celeridad en el proceso. Ayudas económicas, campañas publicitarias, el proyecto de interés general en la ciudad de Burgos, todo con el reto de construir la planta en el menor tiempo posible. En abril, llegó el momento de presentar esa nueva planta: 78.000 metros cuadrados y una capacidad productiva de 100.000 toneladas con un presupuesto de 215 millones de euros. Y así, desde hace mes y medio, las máquinas trabajan en el mismo lugar del siniestro, tal y como se comprometió el presidente, a contrarreloj para construir una nueva fábrica antes de que finalice 2016.

Además, entre las principales preocupaciones de Ballvé, siempre estuvieron sus trabajadores. El presidente ha repetido en distintas ocasiones que el capital más importante que tiene la compañía es el humano, del que destaca «tres cualidades: honestidad y lealtad, dedicación y sentido común» y esos han sido los valores que se han trabajado en Campofrío desde que su padre inició el negocio en 1952. Una promesa con sus empleados que ellos han respondido con muchas muestras de compromiso hacia la compañía en sus distintas declaraciones ante los medios.

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