Borrar
Central nuclear de Santa María de Garoña (Valle de Tobalina, Burgos).
Garoña, dos cursos en parada

Garoña, dos cursos en parada

La central nuclear continúa enviando la información requerida al CSN a la espera de que autorice que prolongación de vida hasta 2031

l. sierra - ical

Sábado, 20 de diciembre 2014, 11:04

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El reactor de la central nuclear de Santa María de Garoña (Valle de Tobalina, Burgos) se desacopló de la red eléctrica el 16 de diciembre de 2012. Pronto se cumplirán dos años desde los responsables de la planta atómica más mediática de España decidieran paralizar su actividad al alegar que el mantenimiento de la misma no era rentable. 728 días después, el uranio reposa en la piscina de almacenamiento a la espera de que el Consejo de Seguridad Nuclear y el Ministerio de Industria decidan si Garoña puede o no volver a producir energía.

La actividad en la central nuclear se mantiene desde hace dos años pese a que la producción de energía es inexistente. La plantilla al completo, compuesta por cerca de 300 empleados, no ha faltado ni un solo día a su puesto de trabajo, pese a que el escenario en el que trabajan desde diciembre de 2012 poco o nada tiene que ver con el de hace unos años. «La labor es de mantenimiento, principalmente para garantizar la seguridad de la central», asegura en declaraciones a Ical, el presidente del comité de empresa de la central de Santa María de Garoña, Alberto César.

«La actividad es exactamente igual que hace un año, hacemos lo mismo, trabajamos en dos escenarios, uno de cierre y otro de mantenimiento», agrega. Una realidad que obliga a los trabajadores a controlar el material radioactivo que reposa en la piscina de almacenamiento y a abordar las tareas necesarias para tener el reactor listo si hubiera que poner en marcha la central en los próximos meses. De forma pareja, «trabajamos en un escenario de cierre que nadie quiere pero que hay que asumir».

Trescientos empleados trabajan desde hace dos años en labores contrapuestas que se superponen en el tiempo. La más importante, indica César, es la que tiene que ver con el control del material radioactivo que se encuentra «refrigerado», a la espera de que el organismo nuclear decida qué hacer con él. «Sabemos que el uranio tiene un plazo de caducidad de dos años fuera de la piscina, aunque creemos que en reposo los plazos se pueden controlar», explica el responsable de los trabajadores.

El reactor de la central nuclear de Santa María de Garoña quedó hace ahora veinticuatro meses libre de combustible después de completar el traslado de material nuclear desde el reactor de la planta atómica hasta la piscina de almacenamiento. Atrás quedaron las semanas en las que los empleados de Garoña sacaron parte del uranio y plutonio del reactor, para trasladarlo de manera secuencial a la piscina de almacenamiento donde permanece desde entonces; y habrá de hacerlo durante algunos meses más.

De cara a las fiestas navideñas que se avecinan, César reconoce que la incertidumbre «siempre está ahí». Un sentimiento que desde hace algunos años no le impide «comerse la cabeza» cuando acude a su centro de trabajo. «Velamos por nuestros puestos que es lo que se nos garantiza Nuclenor pero ya nadie puede asegurarnos nada», añade.

Inspecciones en la vasija del reactor

El Pleno del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) aprobó el pasado 26 de noviembre, con el voto contrario de la consejera Cristina Narbona, dar luz verde al comienzo de las inspecciones en la vasija del reactor, además de en otros elementos de la planta atómica. El objetivo, verificar que la parte más importante de la central no tenga deficiencias cuatro décadas después de su construcción.

La revisión de la vasija del reactor es una de los requisitos incluidos en la Inspección Técnica Complementaria (ITC) aprobada en el mes de julio por el CSN. En la misma se exige a la empresa propietaria de la central a aportar la documentación y requisitos adicionales asociados a la solicitud de renovación de la autorización de explotación de Garoña diecisiete años más.

De todos los requisitos del citado informe, el estudio de la situación actual de la vasija del reactor es uno de los puntos claves en aras a determinar si Garoña puede o no continuar. Así lo explicaron a Ical fuentes consultadas, que aseguraron que en los últimos días un grupo de expertos americanos ha comenzado a estudiar la vasija con el ánimo de conocer la integridad estructural de la misma y del resto de sus componentes. Una tarea ardua y compleja en la que emplean su tiempo una treintena especialistas de la firma General Electric.

De este modo, las tareas se centran en la inspección y el seguimiento de las penetraciones del fondo de la vasija del reactor. Un examen completo que no se realizaba desde los años 90 y que en cuarenta años de vida solo se ha materializado en dos revisiones completas, la de ahora es la tercera. La inspección final deberá determinar el estado de los componentes internos de la vasija del reactor y el plan de inspección de las soldaduras circunferenciales de la misma, después de que en el año 1981 se hallasen unas fisuras en los manguitos de las penetraciones de las barras de control. Esta zona es la encargada de controlar una reacción nuclear ante una situación de riesgo en la que fuese necesario detener el reactor. De ahí su importancia.

El caso belga

La revisión de la vasija del reactor se produce meses después de que se detectasen fallos bastante serios en los mismos componentes de dos plantas nucleares belgas. En agosto de este mismo año, la Agencia Nuclear de Bélgica decidió cerrar las centrales nucleares de Tihange 2 y Doel 3al hallar un grave problema el la vasija de los reactores originado por un fallo de fabricación y miles de fisuras en la misma que suponen un «serio peligro» para su mantenimiento. El caso no tendría nada que ver con la central burgalesa sino fuera por el hecho de que los reactores fueron fabricados por una empresa holandesa. La misma que fabricó el reactor de Garoña y de la central valenciana de Confrentes.

El organismo nuclear belga ha pedido, además del cierre de las dos centrales belgas, el cierre de todas las centrales que cuenten con algún reactor de la firma holandesa. Un asunto que toca muy de cerca a la planta del Valle de Tobalina, que espera una confirmación del CSN para alargar su vida y retomar su producción de energía.

Según un estudio publicado por Ecologistas en Acción, en las vasijas belgas «se descubrieron más de dos mil indicaciones y fisuras que se produjeron por el sistema de fundición del metal que usó la empresa holandesa Rotterdam Droogdok Maatschappij». Las fisuras fueron detectadas mediante un procedimiento especial de ultrasonidos que no suele utilizarse en todos los casos. Los ecologistas temen que el reactor de Garoña «presente los mismos problemas que las dos centrales belgas». Así entiende que si se descubre que existen fisuras en la vasija, Nuclenor se enfrentaría a un obstáculo insalvable para su reapertura».

Dos años sin producción

La parada de actividad a la que se ve sometida Garoña desde hace dos años ha repercutido notablemente en las arcas de sus propietarios. Nuclenor registró en 2014, un acumulado de perdidas de 90 millones de euros en los nueve primeros meses del año. Una cantidad ligada a los costes de desmantelamiento, tal y como dio a conocer Endesa en su informe anual. La eléctrica tuvo una pérdida de 45 millones de euros por su participación al 50 por ciento en la central nuclear.

Asimismo, Nuclenor provisionó 18 milllones de euros para poder pagar la sanción impuesta por la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia por la reducción de capacidad a finales de 2012, coincidiendo con la decisión de parar la actividad.

En este escenario, el presidente del CSN, Fernando Martí, apeló hace una semana en el Congreso de los Diputados a la «seguridad», al explicar que la decisión que tomará el organismo que preside busca aprobar una central que no exponga a la sociedad a riesgo alguno. Así, indicó que la central burgalesa se encuentra en fase de estudio y revisión por los servicios técnicos del CSN, y desterró la idea de que el organismo nuclear reciba presiones políticas.

El pasado miércoles, 10 de diciembre, el director de Garoña, Miguel Ángel Cortes, presidió una reunión informativa con los alcaldes del entorno de la planta atómica pertenecientes a la Asociación de Municipios en Áreas de Centrales nucleares (AMAC), en las instalaciones de la planta eléctrica, en la que ha aseguró que Nuclenor sigue trabajando para que el proceso de parada «sea reversible».

Según informaron fuentes de Nuclenor, Cortés ofreció a los alcaldes información sobre la situación actual de la central y explicó el trabajo que viene desarrollando en pro del mantenimiento de la misma. «Nuclenor trabaja con el objetivo de que el proceso sea reversible», apostilló.

La más antigua de España

La central nuclear de Santa María de Garoña comenzó su actividad un 2 de marzo de 1971, hace ahora 42 años, lo que la convierte en la planta atómica más antigua del país. Su diseño se corresponde con el modelo de las centrales de primera generación, con un reactor de agua en ebullición que utiliza uranio enriquecido para la generación de calor, y que fue elaborado por la multinacional americana General Electric en los años 60.

Desde que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero anunciase en el año 2009, por orden ministerial, el cierre y desmantelamiento de la central para julio de 2013, Garoña pasó de ser la central veterana a ser el caballo de batalla de organizaciones antinucleares y ecologistas y la empresa propietaria, Nuclenor.

El cierre y no cierre de la central centró planteamientos, debates, congresos y muchos mítines políticos. Si el PSOE abogaba por un nuevo modelo energético en el que «no cabía Garoña», el PP era contrario a la decisión socialista y prometía mantener la central si llegaba al poder su líder, Mariano Rajoy. En medio de todo esto, un terremoto y posterior tsunami arrasaron el 11 de marzo de 2011 la costa de Japón y desató la alarma nuclear en medio mundo.

El desastre de la central nipona de Fukusima, central hermana a la de Garoña, lejos de olvidar el debate, avivó la polémica. Aunque los expertos en Geología y movimientos sísmicos descartaron que en el Valle de Tobalina pudiese ocurrir algo semejante a lo acontecido en Japón, fueron muchos los que se echaron las manos a la cabeza, mientras los organismos internacionales, con el Consejo de Seguridad Nuclear a la cabeza, iniciaron los denominados exámenes nucleares, conocidos como pruebas de estrés, que Garoña pasó con alguna que otra recomendación de mejora.

Julio de 2013 no marcó el fin de la central como se dijo en un primer momento. Dos años después de que iniciase la que ya es la parada más larga de la historia de Garoña, el uranio duerme en la piscina a la espera de que el CSN diga si debe salir de allí o no.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios