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Unidos por el mismo linaje, familias de Ávila y Hawái contactan después de un siglo

Unidos por el mismo linaje, familias de Ávila y Hawái contactan después de un siglo

Algunas familias abulenses prosperaron en California y Hawái; otras emigraron y vieron morir a sus hijos en guerras como la de Corea o Vietnam

M.F.J.

Ávila

Martes, 28 de noviembre 2017, 14:06

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En 1911, 250 abulenses se unieron a los miles de emigrantes que dejaron atrás España buscando una vida mejor con destino Hawái, en Estados Unidos. Cien años después, gracias a las investigaciones del catedrático de Literatura Española James Fernández, el reencuentro de un linaje dividido en el tiempo ha sido posible.

A principios del siglo XX, los campos castellanos atravesaban una época difícil; sin mucho que perder, 250 valientes de Ávila no dudaron en embarcar hacia un futuro desconocido y dudoso, pero más prometedor que el presente que conocían. Las investigaciones no han podido determinar a qué se debe la concentración de la distribución geográfica de emigrantes en la zona del Tiétar, pero basándose en las listas de pasajeros conservadas, se ha establecido que de La Adrada salieron unos 50; de Candeleda, unos 30, de Sotillo de la Adrada, 25; de Gavilanes, 18. El catedrático está convencido de que en Ávila quedan familias que desconocen su parentesco con estadounidenses. Por eso, desde redes sociales y guías telefónicas, al boca a boca y la cobertura mediática, todo es válido para encontrar a los pasajeros de aquellas naves.

Los dos centenares y medio de emigrantes abulenses pasaron sus primeras dificultades no en Hawái, sino en Gibraltar, de donde partieron los barcos. “Embarcaban en buques cargueros”, ha especificado James Fernández, “con malas condiciones higiénicas, ¡y el viaje duraba más de 50 días!”. De hecho, el investigador ha confirmado que en cada barco “hubo muertes y partos”.

Con el Canal de Panamá en obras, los abulenses cruzaron el Atlántico, bordearon Sudamérica, entraron en el Pacífico y alcanzaron Hawái. Allí encontraron unas islas repletas de jornaleros extranjeros: japoneses, filipinos, chinos, coreanos y portugueses. Descubrieron la dureza de trabajar la caña de azúcar, el miedo de vivir junto a volcanes activos, el clima estival permanente, y que los prometidos $20 mensuales desaparecían, en palabras de James Fernández, “en un plis plas”.

Lo que no puede responder el investigador, es si realmente mejoró la calidad de vida de los abulenses que emigraron. “Disfrutaron de más movilidad social y libertades democráticas durante la dictadura franquista”, ha explicado, “y la mayoría de los descendientes en California han alcanzado niveles de prosperidad más altos que los que se quedaron”. No obstante, la emigración tuvo otras consecuencias, impredecibles y trágicas: “me cuentan historias de madres españolas que emigraron a EEUU para luego enterrar a sus hijos en la Guerra de Corea o de Vietnam, y ya no sé qué decir”.

Lo que nació para documentar el fenómeno de la emigración de españoles a EEUU a finales del XIX y principios del XX se ha convertido en un rescate de figuras, historias, familias y lazos sanguíneos.

Reencuentros dilatados más de un siglo

Han perdido la cuenta de las familias que han solicitado ayuda para conocer su pasado. “Tenemos 14.000 seguidores en Facebook y casi todos los días llegan peticiones. A veces bastan una foto y una nota para resolver enigmas que habían perdurado un siglo”, afirma James Fernández.

Las familias contactadas muestran “curiosidad, cordialidad y una generosidad increíble”. James Fernández ha destacado especialmente el papel del alcalde de La Adrada, Roberto Aparicio, quien puso “toda su buena voluntad” para facilitar la investigación.

En este municipio se han desenterrado historias dignas de una novela. Mariano Caamaño Ruiz, viudo, emigró en 1913 con cuatro de sus cinco hijos. Se ha contactado con los descendientes de esos cuatro hijos, se han compartido historias y reunido fotografías. Desde Hawái y California, destino secundario en el que terminaron parte de los 250 abulenses originales, se había perdido la pista del hermano que se quedó en España, de nombre Indalecio.

Durante su último viaje a España, se halló a la familia de Indalecio y por medio de Facebook, se logró poner en contacto a sus descendientes con sus primos hawaianos y californianos. “Ha sido muy emotivo y gratificante”, ha confesado el responsable del reencuentro.

Otros capítulos novelescos se desarrollaron al otro lado del charco. James Fernández comenta la historia de Bernarda Caamaño, quien emigró en 1913, se enamoró de un capataz coreano en la plantación (Chi Ho Chang), y se casó con él pese a los reparos de su familia. Bernarda no llegó a abandonar Hawái, pero uno de sus hijos, Albert, hizo carrera como fotógrafo militar, tomando imágenes icónicas de la Segunda Guerra Mundial, de la Guerra de Corea y de Vietnam.

En la actualidad, se están produciendo encuentros de forma virtual. Varias familias de abulenses han reconectado a raíz del último viaje de James Fernández, pero más emocionante todavía, “se están organizando encuentros físicos, intercambios de datos y fotos”.

El equipo de investigación ha trabajado durante años con los descendientes de los emigrantes originales, digitalizando sus álbumes familiares. Así se ha descubierto que las familias americanas y españolas mantuvieron el contacto hasta los años 70, cuando la comunicación se rompió.

Hasta esa fecha, los nuevos hawaianos no olvidaron a los parientes que dejaron en Ávila. En los pueblos de la provincia queda memoria viva de cuando les mandaban “sacos y baúles de ropa”. De hecho, algunos abulenses han explicado al investigador que los primeros pantalones vaqueros que vistieron llegaron “en sacos americanos”.

En un reciente encuentro entre James Fernández y habitantes de La Adrada, Benito Montero Caamaño, sobrino nieto de aquellos cuatro hermanos que emigraron, contó cómo se hacían montones de ropa para sortearlos entre la familia y que de vez en cuando llegaba un dólar que debían convertir a pesetas.

Está previsto que las investigaciones puramente online continúen. En lo que se refiere a Ávila, ya se plantean otro futuro viaje que ahonde en la historia de municipios como Sotillo de la Adrada, Poyales del Hoyo, Candeleda, Gavilanes etc., y de aquellos que ostentan apellidos como Caamaño, Aparicio, Saguar, Tinoco, Valdés, Redondo, Villoras, Martín, Fariñas, Paredes o Cisneros.

Se puede contactar con el equipo de investigación en la dirección de correo emigrantesinvisibles@gmail.com.

El origen

El capítulo que James Fernández denomina ‘la saga hawaiana’ se remonta al año 1903, cuando plantadores de las islas de Hawái  decidieron reclutar a españoles que trabajaran en los campos de azúcar, previamente anexionados a Estados Unidos en 1898.

El objetivo no era simplemente conseguir mano de obra, sino colonizar el territorio con familias enteras que, al asentarse, garantizaran la presencia de futuras generaciones.

Agentes de los plantadores viajaron a España y colgaron anuncios en los que se ofrecía pasaje y vivienda gratuitos una vez llegados al destino, atención médica y escuela para las familias que partieran.

Según los estudios de James Fernández, los reclutadores se decantaron primero por tantear Málaga y Granada, donde ya había tradición de plantaciones de azúcar. Sin embargo, la noticia corrió como pólvora, incendiando la voluntad de los campesinos castellanos, que por aquella época se encontraban en condiciones precarias.

Más de 8.000 españoles se enlistaron; de ellos, se calcula que 1.000 provenían de Castilla y León. Finalmente, 250 abulenses marcharon a Hawái, reencontrándose con su pasado un siglo después.

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