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Alejandro Salvador, resinero en Hoyo de Pinares
El futuro desolador de los resineros abulenses

El futuro desolador de los resineros abulenses

36 de ellos, en la provincia de Ávila, se han incorporado este año a la profesión ante un triste panorama laboral

el norte

Sábado, 21 de junio 2014, 13:09

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Con su mochila azul cargada de aperos sobre los hombros y el casco de su motocicleta en la mano, Alejandro Berzal recorre el pinar de Quintanar, en el término municipal de San Bartolomé de Pinares, para desroñar unos 125 pinos. Es la media diaria que mantiene desde que hace dos meses se incorporó al oficio de resinero, que le obliga a pasar cada día doce horas en el monte, siete días a la semana. No obstante, es una obligación bien llevada. Su piel y su cuerpo se curtieron durante los años que trabajó en la construcción en Madrid, donde el sofocante calor derretía el andamio. En agosto se cumplirá un año desde que abandonó la capital de España para asentarse en su pueblo de la comarca pinariega donde ha encontrado una ocupación que le apasiona y que constituye la única salida laboral tras la crisis del ladrillo, detalla Ical.

Alejandro Berzal es uno de los 36 resineros que se han dado de alta este año en la provincia de Ávila. En 2013, la Diputación Provincial promovió con unas jornadas formativas para hacer resurgir un oficio cuya decadencia empezó a mediados de los años 80. Tal y como recuerda el diputado de Desarrollo Rural, José María García Tiemblo, el sector no pudo resistir el envite de Brasil y China como importadores de resina y se hundió. «La media docena de fábricas que había cerraron», apunta, por lo que se muestra satisfecho con la respuesta que ha obtenido este impulso en las nueve localidades donde se han dado de alta resineros: Arenas de San Pedro; Santa Cruz y San Esteban del Valle; Casavieja, Guisando, Lanzahíta, Santa María del Tiétar, Piedralaves y San Bartolomé de Pinares.

Es en este último municipio donde se ha registrado el mayor número de nuevos resineros, nueve en total, que desarrollan su labor en el pinar de Quintanar. La mayoría de ellos fueron víctimas de la crisis de la construcción. Algunos han ido sobreviviendo en los últimos años con trabajos esporádicos y todos han visto en los, en principio, cinco años por los que han firmado su contrato una forma de ganarse la vida. En San Bartolomé, un pueblo de 600 habitantes, las opciones laborales escasean, por lo que la resina ha abierto un camino de esperanza para ellos y sus familias.

«Nuestro pueblo vivía mucho de la construcción, así que la lista del paro creció con la crisis», declara la alcaldesa, María Jesús Martín, que celebra que nueve vecinos hayan respondido al esfuerzo del Ayuntamiento por impulsar la actividad resinera. El Consistorio ha tratado de facilitar estas incorporaciones y no cobrará a los resineros el 85% de lo que tendrían que abonar por aprovechamiento de monte público, de manera que solo pagan el 15% que corresponde a la Junta de Castilla y León. En total, se han adjudicado 43.017 pinos, divididos en lotes de entre 4.500 y 5.000 de media, por los que los resineros tendrían que pagar entre 1.350 y 1.500 euros anuales; cantidades que se quedan entre los 200 y los 225 euros por lote. Además, el Ayuntamiento ha suscrito un contrato con una resinera de Coca (Segovia) que recogerá la producción de estos nueve trabajadores.

Para Alejandro esto supone una garantía y valora también el ahorro en los costes por aprovechamiento de monte público. Mientras muestra a Ical cómo retira la corteza del árbol y coloca la pica por la que el pino empezará a segregar la resina, no oculta lo contento que está con su nuevo oficio. «Si hubiera surgido esto hace años, me quedo aquí de resinero», reconoce para compartir su pasión por la naturaleza. En el pinar solo lo acompañan las vacas y los corzos con los que de vez en cuando se cruza, y el único sonido que se escucha en una calurosa mañana de junio es el cantar de los pájaros. «Me paso el día cantando y pensando», declara. De ahí que aunque disfrute de esta tranquilidad, también agradezca encontrarse con algún compañero de oficio y sentarse con él a comer a la orilla del río. Esa paz solo la rompen las motos que los fines de semana circulan por la carretera que une Navalperal con el Hoyo de Pinares.

Producción

La temporada para extraer la resina comenzó en el mes de febrero, aunque en este primer año los nuevos resineros se han incorporado con retraso, a mediados de abril. Eso implica que todas horas son pocas para trabajar. Alejandro tiene adjudicados 4.830 pinos, así que teniendo en cuenta la media diaria de los que desroña calcula que le quedan nueve días para colocar en todos ellos la pica. Hasta noviembre, los pinos seguirán llorando resina y se irán ampliando las picas hasta llegar a la docena. «Este se está portando muy mal», comenta al observar lo poco lleno que está el bidón colocado a los pies del árbol.

«Los de la resinera nos han dicho que vayamos poco a poco, pero es la ocupación que tenemos y encima hemos empezado tarde, así que hay que trabajar duro», manifiesta. Además, el primer año de explotación de los pinos suele dar una producción menor, por lo que hay que aprovechar al máximo el tiempo. La media estimada es que cada pino produzca tres kilos de resina y cada kilo se vende al precio de un euro. Con estos datos, este resinero calcula que podría obtener unos 14.500 euros brutos, a los que luego debe descontar los costes a la Seguridad Social, puesto que son autónomos; el pago de facturas, los 200 euros por aprovechamiento del monte y el pago al gestor que le lleva las cuentas. «Algo sacaremos», expresa con confianza, feliz con su oficio y esperando que ese contrato inicial de cinco años pueda prorrogarse.

Única salida

Al otro lado de la carretera, Ángel Gómez Martín, relata cómo después de casi año y medio en paro, vio en la resina una posible salida laboral sabiendo que a sus 55 años no le iban a llover las ofertas de empleo. Después de estar casi 30 años como reparador de electrodomésticos, sus oficios también han pasado por un desguace y por el sector de la construcción. Ahora, sin más remedio, ejerce de resinero para que de los beneficios puedan vivir él y su familia. «Si no es por esto, cómo cotizo; con 55 años, dónde vas», se pregunta.

El oficio lo ha aprendido por sí mismo, buscando información donde podía y apuntando día tras día las formas de mejorar, ya que, según manifiesta, la formación que se les impartió a través de la Diputación fue solo de unas horas y no se pudo profundizar mucho. No obstante, se maneja bien con las herramientas y va comentando detalles que ha ido aprendiendo en estos dos meses. Uno de ellos, la técnica que emplea para no dañar la madera porque «no sabemos cómo va a estar la vida y si tendremos que seguir con esto más allá de los cinco años iniciales». Entre los trucos apunta el de sujetar los bidones con una alambre y así evitar que las vacas los tiren cuando se rascan contra los árboles.

Ángel Gómez tiene adjudicados 4.910 pinos, aunque se conforma con que este año pueda completar la pica en 3.000. Las parcelas que se le han adjudicado estaban pobladas de maleza que ha habido que limpiar para poder acceder a los árboles. «No hay dinero público para limpiar los montes», denuncia. Cuando en noviembre acabe la temporada ya prevé seguir limpiando durante el invierno para que de cara al mes de febrero la superficie que le corresponde esté libre de retama para volver a empezar. Así lo explica mientras rescata una lagartija que se ha quedado atrapada en la resina de uno de los cubos.

Juventud

Uno de los resineros más jóvenes de San Bartolomé de Pinares es Iván Gómez González. Su juventud, 25 años, contrasta con la veteranía de Ángel, algo que también condiciona el ánimo con el que cada uno afronta este trabajo. Iván ha decidido invertir sus ahorros en un coche y otros elementos necesarios para ejercer de resinero. Cuando tomó esta decisión llevaba dos años en paro. Desde los 16 había trabajado como encofrador en la construcción, primero en San Bartolomé y luego en Madrid.

Reconoce que no es difícil aprender el oficio para lo que en su caso ha contado con la ayuda de algún amigo con experiencia, antiguos resineros o moviéndose por Segovia. Ahora se ha visto obligado a parar la actividad porque tuvo la mala suerte de lesionarse una mano cuando solo llevaba nueve días trabajando y sigue de baja a la espera de que la rehabilitación le permita retornar a su nuevo oficio. Trabaja para ayudar a su madre a sacar adelante a sus hermanos, uno de ellos de 14 años y el otro dedicado a sacarse los carnés necesarios para abrirse camino.

Resurgir

Después del parón en la explotación de la resina a mediados de los 80, hace algo más de un lustro algunas localidades de la comarca de La Moraña retomaron esta actividad, a las que después se han ido sumando municipios de Pinares y el valle del Tiétar. Según los datos facilitados desde la Delegación Territorial de la Junta, en la provincia de Ávila hay actualmente 2.763 hectáreas dedicadas a la explotación resinera con un total de 254.547 pinos en resinación que dan trabajo a entre 60 y 70 personas. Más de la mitad de los pinos, casi 164.000, se concentran en Moraña y Pinares, con más de 1.600 hectáreas. El valle del Tiétar aglutina cerca de 90.700 pinos y más de 1.100 hectáreas.

El principal objetivo de la Diputación Provincial con el impulso al oficio resinero es generar empleo en el agonizante mundo rural abulense, que demanda vida para poder fijar población. El diputado de Desarrollo Rural, José María García Tiemblo, afirma que la crisis que motivó la irrupción de los grandes importadores se ha corregido «y se ha logrado que los resineros tengan un jornal digno». Así que espera que en sucesivos años se sigan incorporando trabajadores, para lo que ofrece la colaboración de la institución provincial. «Estaremos para promover el empleo en nuestros pueblos», aseveró.

De hecho, este año podrían haberse incorporado otros 14 resineros más, pero no fue posible debido a los retrasos en la señalización de los pinos. García Tiemblo también se muestra satisfecho por la implicación de los ayuntamientos, que han colaborado de una u otra forma, bien ahorrándoles los costes por aprovechamiento de monte público o suministrando materiales para el trabajo. Por otra parte, el diputado provincial quiso reseñar que en época de riesgo de incendios los resineros ejercen como «los mejores vigilantes de nuestros montes».

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