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Delibes, Solana, Tovar, Pascual Teresa, Juan Manuel Díaz Caneja y Demetrio Madrid, en los Premios de 1985. / El Norte
Treinta años reivindicando a los mejores de los nuestros
CASTILLA Y LEÓN

Treinta años reivindicando a los mejores de los nuestros

Instaurados por decreto en julio de 1984, los Premios Castilla y León han pasado de cuatro modalidades a ocho y han sido fuente de curiosas anécdotas, algunas emotivas y cargadas de generosidad

Enrique Berzal

Lunes, 21 de abril 2014, 23:11

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Reivindicar, reconocer y encumbrar la excelencia de tantos castellanos y leoneses que esgrimen una labor ejemplar y contrastada en la ciencia, el arte y las humanidades. No otra era la voluntad del primer ejecutivo regional a la hora de crear el Premio Castilla y León, el máximo galardón que otorga la Comunidad Autónoma y que esta edición cumple 30 años.

Recién creada la Comunidad el Estatuto se había aprobado en febrero de 1983 y las primeras elecciones se celebraron en mayo-, era menester impulsar cuantos elementos fueran necesarios para fortalecer un sentimiento de pertenencia regional secularmente débil en Castilla y León. A ello obedecían los Premios, instituidos conforme al Decreto 54/1984, de 5 de julio para «distinguir y proclamar la labor de aquellas personas, grupos e instituciones cuyo trabajo u obra de creación haya contribuido de alguna manera a resaltar o enriquecer el patrimonio artístico, científico o cultural de la Comunidad; así como reconocer los méritos de aquellos castellanos y leoneses que, dentro o fuera de la región, hayan participado en el desarrollo científico, artístico y humanístico universal».

La intención era francamente reivindicativa, según recuerda el primer presidente de la Junta, el zamorano Demetrio Madrid López: «Se trataba de rescatar el enorme capital humano de la Comunidad, su gran potencial, se trataba de frenar la diáspora de tantos castellanos y leoneses destacados en las artes, las letras, la ciencia..., hombres y mujeres que eran «referente para muchos ciudadanos». Era, en fin, un Premio creado para «estimar lo propio, para dejar de mirar tanto hacia fuera, hacia otras Comunidades, olvidando la riqueza de lo nuestro y de los nuestros».

La idea había partido del primer consejero de Cultura, Justino Burgos González, y comenzó con cuatro modalidades, cada una de ellas dotada con dos millones de pesetas: Las Artes, Las Letras, Investigación Científica y Técnica y Ciencias Sociales y Humanidades.

Más adelante, un nuevo decreto, esta vez de 11 de octubre de 2001, añadió las modalidades de Protección del Medio Ambiente, Valores Humanos y Restauración y Conservación del Patrimonio; finalmente, en 2003 se sumó la octava: Deportes. Y de los dos millones de pesetas se pasó, a partir del año 2005, a 18.500 euros, dotación que fue eliminada por completo en la edición de 2011 a causa de los recortes presupuestarios motivados, según la Junta de Castilla y León, por la crisis económica. Desde 1984 hasta hoy han actuado como secretarios de los Premios Agustín García Simón, Emilio Zapatero, Luis Benéitez González y el actual, Fernando Conde Parrado.

Ministros e infanta

Las tres primeras ediciones contaron con 'padrinos de lujo': la de 1984, celebrada el 7 de junio del año siguiente, tuvo como anfitrión al entonces ministro de Cultura, el socialista Javier Solana, quien hizo entrega de los galardones en la Capilla del Museo Nacional de Escultura.

En 1986, con objeto de dar mayor realce a los Premios, el ejecutivo autonómico llegó a un acuerdo con la Casa del Rey para que un miembro de la misma estuviera presente en el acto de entrega. Por eso el 18 de abril de ese año fue la infanta Cristina la encargada de presidir el acto, que se desarrolló en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid y finalizó con un pequeño concierto a cargo de uno de los premiados, Antonio Baciero, que dedicó a la hija del Rey una sonata en LA mayor compuesta en el siglo XIX por Mariana Martínez. Finalmente, Alfonso Guerra, entonces vicepresidente del Gobierno, presidió la entrega de Premios el 22 de abril de 1987, celebrada en el Teatro Lope de Vega.

Sin embargo, los disturbios ocurridos en la campa de Villalar (en 1986 las autoridades fueron apedreadas por militantes de UPC y al año siguiente murió un joven apuñalado) fueron el principal motivo esgrimido por José María Aznar, presidente de la Junta desde junio de 1987, para separar los actos institucionales del Día de la Comunidad -y con ellos la entrega de Premios- de la fiesta popular en Villalar de los Comuneros.

A partir de ese momento la entrega de los Premios se celebraría el mismo 23 de abril, coincidiendo con la fiesta en la campa y de manera itinerante: si en 1988 se desarrolló en el convento abulense de Santo Tomás, hasta 1997 peregrinó por el Teatro Principal de Zamora, la iglesia palentina de San Pablo, el Teatro Juan Bravo de Segovia, el Convento salmantino de San Esteban, el Hospital del Rey burgalés, la Concatedral de San Pedro en Soria, el Monasterio de Nuestra Señora de Prado de Valladolid y el Hostal leonés de San Marcos. Fijado a partir de 1997 en el vallisoletano Monasterio de Prado, la 'normalidad' regresó en el año 2000, cuando, con Juan José Lucas al frente del ejecutivo autonómico, se acordó celebrar los actos institucionales el día 22 para no coincidir con la fiesta en la campa.

Carta de Tierno

Desde entonces hasta la actualidad han sido muchas y muy variadas las anécdotas ocurridas en las diferentes ediciones. Entre ellas merece destacarse la emotiva carta enviada a Demetrio Madrid por Tierno Galván, cuando, ya muy enfermo, el «viejo profesor» recibió la noticia de la concesión del Premio en la modalidad de Ciencias Sociales y Humanidades; el 18 de abril de 1986 acudió a recogerlo su viuda, Encarnación Pérez.

El escultor Baltasar Lobo, premiado también en la edición de 1985, sólo puso una condición, que el dinero fuera entregado a su pueblo natal, Cerecinos de Campos. Aquel día, el zamorano no pudo acudir a la entrega a causa de una enfermedad, por lo que tuvo que recoger el Premio en su nombre el alcalde de Cerecinos, Manuel Felipe González.

A fines investigadores decidió Marjorice Grice-Hutchinson destinar el dinero del Premio de Ciencias Sociales y Humanidades 1995: en virtud de un acuerdo con la Junta de Castilla y León, los dos millones de pesetas del galardón fueron destinados a una beca para investigar sobre la famosa Escuela de Salamanca de los siglos XVI y XVII, principal objeto de estudio de la galardonada.

Torrente Ballester, por su parte, fue recompensado con el premio en la edición de 1995, justo el año después de que su airada defensa de los documentos del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca fuera contestada con una pegada de carteles de las Juventudes Nacionalistas de Cataluña, en Figueras, que exhibían el teléfono particular del escritor y animaban a los 'interesados' a llamarle.

Javier Castroviejo Bolívar, premio Castilla y León de la Protección del Medio Ambiente 1995, a punto estuvo de perderse el acto a causa de su pasión por la naturaleza, pues ese día -23 de abril de 1996- madrugó para ver el urogallo en las montañas de León, y llegó al filo de la inauguración en el Hostal de San Marcos.La entrega de Premios celebrada en el Monasterio de Prado el 23 de abril de 1997 contó con la presencia de la entonces ministra de Agricultura, Ganadería y Pesca, Loyola de Palacio, y al año siguiente se produjo, en ese mismo escenario, el emotivo reencuentro entre dos exiliados de categoría, ambos galardonados con la máxima distinción castellano y leonesa: el segoviano Esteban Vicente, premiado eseaño, y el burgalés José Vela Zanetti, premio de las Artes en la edición de 1987.

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