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Cientos de fieles se congregaron a lo largo y ancho de todo el recorrido desde el Arrabal para admirar el cortejo procesional. / Almeida
Llega el Amor y Paz desde la otra orilla
SEMANA SANTA 2014

Llega el Amor y Paz desde la otra orilla

La cofradía del Arrabal pone en escena sus valores y realiza un gran desfile procesional

CECILIA HERNÁNDEZ

Viernes, 18 de abril 2014, 14:52

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La hermandad del Cristo del Amor y de la Paz volvió a demostrar ayer porque es emblema de la Semana Santa de Salamanca, tanto que hasta en guías nacionales la señalan como momento, lugar y cofradía imprescindible si se quiere captar la esencia verdadera de la Pasión salmantina.

Una esencia que consistió en recuperar la tradición más castellana y dotarla de significado en tiempos difíciles para la Semana Santa salmantina. Así, en 1971 hizo su primera salida procesional la que estaba destinada a convertirse en pieza esencial de este juego que es la Semana Santa. Y ayer quedó de nuevo claro gracias a un sobrio y magnífico desfile procesional en el que participaron buena parte de los 850 hermanos que componen Amor y Paz. A cara descubierta, con sus sencillos hábitos blancos, cruces de madera, carracas y faroles. Sin más adornos, sin necesitar nada más para impresionar y para demostrar devoción y fe a sus imágenes. Imágenes portadas por decenas de hermanos y hermanas de carga -que en la igualdad de sexos fue también moderna esta hermandad-, en un cuadro impactante, sobre todo a la salida de la iglesia nueva del Arrabal. Un templo este desacralizado, desnudo de decoración, que espera, algún día, ser ese deseado museo de la Pasión de Salamanca.

Ayer, sin embargo, su vacío interior se llenó gracias a los pasos de los titulares de la hermandad, rodeados de fuego, sobre todo el Cristo, al que velaban cuatro intensas llamas. María Nuestra Madre levantaba su mirada al cielo, mientras sus hermanas de carga se reunían en torno a su paso. El incienso nublaba el interior de la iglesia, mientras los cofrades de menor edad eran organizados en las puertas del templo. Puertas que comenzaron a chirríar, como presagio de lo que estaba a punto de suceder, sobre las ocho y veinte de la tarde. En ese momento, la expectación ya era máxima en las afueras, donde el rumor del río Tormes quedaba ahogado por el murmullo del público.

Diez minutos más tarde llegaron cinco hermanos, quienes, con tres golpes, dieron comienzo al cortejo. Una riada de hábitos blancos salió por las puertas de la iglesia nueva del Arrabal, bañada parcialmente por el sol de la tarde, que quiso acompañar este año a la hermandad del Amor y de la Paz tras varios años escondido tras las nubes y la lluvia durante el Jueves Santo. Hermanos descalzos, cumpliendo promesas u ofreciendo el sacrificio, se veían entre las filas ordenadas. Muchos bajaban sus caras hasta dejarlas ocultas por su capucha, en un signo de recogimiento ante lo que estaba por llegar.

El himno de España interpretado por la banda municipal de Villamayor acompañó la salida del Cristo del Amor y de la Paz, obra anónima del siglo XVII, que guarda característicias similares con el Cristo de los Doctrinos de la Vera Cruz y con el Cristo del Monte, de la localidad de Alaraz. Poco después hizo su salida María Nuestra Madre, portada a hombros por 90 hermanas de carga. Militares del regimiento de Ingenieros con sede en Salamanca acompañaban a cada paso.

Además se pudo contemplar tras las imágenes a un representante de la propia cofradía acompañado por un cofrade de la sección del Cristo de la Liberación, destacable por su hábito negro entre tanta blancura. Hoy, o más bien, mañana, cuando apenas pase media hora de la media noche, será el turno de la procesión de esta sección de Amor y Paz, desde el colegio Fonseca, en el denominado Entierro Charro.

Puente Romano

El Puente Romano volvió a dejar las instantáneas más esperadas de la procesión de esta hermandad, con las catedrales al fondo. Un mensaje de amor y paz llegado desde la otra orilla del río Tormes, en el Jueves Santo, día del amor fraterno -que así lo instituyó la Iglesia-. La subida de Tentenecio demostró una vez más la pericia de los hermanos de carga. De la empinada calle, el cortejo pasó a la plaza de Juan XXIII, para entrar en la Catedral Nueva por la puerta de Ramos. Allí, la cofradía realizó su acto penitencial, objetivo de la procesión en sí misma y de toda la puesta en escena, para regresar poco después por la plaza de Anaya y las calles del centro a la Tentenecio y la ribera del Puente Romano.

Ya era madrugada cuando la procesión concluyó de nuevo en la iglesia nueva del Arrabal, apenas unas horas antes de que el siguiente desfile procesional se pusiera en marcha, en este caso a cargo de la Hermandad Dominicana desde el convento de San Esteban. Una intensa madrugada de Pasión para Salamanca, perfecta gracias a la devoción de los cofrades y el buen tiempo.

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