Borrar
El Cristo avanza entre los fieles con la ciudad al fondo. / A. TANARRO
Plegarias en un atardecer de postal
SEMANA SANTA

Plegarias en un atardecer de postal

Más de un millar de personas siguen el viacrucis que cada año asciende por la huerta de los Carmelitas

SANTIAGO HERRERO

Jueves, 17 de abril 2014, 15:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En muchas ocasiones se glosan las vistas que rodean al viacrucis que, cada Miércoles Santo, organiza la Junta de Cofradías en la huerta de los Padres Carmelitas. Ese fondo ha contado este año con un atractivo añadido. Si en las últimas ediciones la amenaza de lluvia fue la protagonista, un bello atardecer quiso aderezar la ascensión de ayer. Al haberse implantado ya el horario de verano, el recorrido por las estaciones comenzó a plena luz del día.

En ese momento, las llamas de las velas y de los lucernarios encendidos en cada estación parecían accesorias. Sin embargo, fueron tomando protagonismo a medida que el ocaso avanzó. Un juego de luces con la monumentalidad de la ciudad a un fondo y la de la naturaleza a otro.

Más de un millar de personas circularon por la angosta subida. Un árido camino rodeado de vegetación, que contribuye al recogimiento que envuelve todo el evento. Aunque la mayoría de los asistentes siguieron con fervor el desarrollo del viacrucis, la peculiaridad de éste es que quien no es devoto puede encontrar su sitio en él.

El itinerario y la contemplación supone de por sí una experiencia. Y, además, el mensaje conductor del recorrido está lleno de enseñanzas y valores que para nada son exclusivos de la moral católica. De este modo, cualquiera puede reflexionar sobre conceptos como la conciencia, la superación, el escarnio, las dificultades de la vida, la humildad, el auxilio a los demás, la valentía o la bondad, por citar algunos.

La interminable hilera zigzagueante, compuesta por personas de todas las edades, arrancó la primera estación en un paisaje soleado y primaveral, para terminar en lo alto de la colina, con la noche ya caída, y la vibrante luz de las velas como adorno.

La Catedral, el Alcázar, la Veracruz y las iglesias de San Andrés y San Esteban se iluminaron para acompañar el recorrido final por la huerta en la que rezaba y meditaba San Juan de la Cruz. Arriba esperaba la ermita, pero antes el camino debía servir a los fieles para reflexionar sobre su existencia. El escenario era el ideal para el recogimiento y la oración, y las personas que acompañaron al Cristo de la Buena Muerte por el camino hasta lo alto se entregaron a esa introspección.

Silencio estremecedor

En medio de un silencio respetuoso comenzaron las estaciones, arrancó el relato de valores y ejemplos de solidaridad, compasión y sacrificio a los demás. Los fieles forman una fila de la que no se divisa el final camino arriba y siguen con devoción cada uno de los relatos que se transmiten. Se pierde de vista el convento de los Padres Carmelitas y se avanza en la subida. Es un sendero de luz, con el trasfondo de que después de la muerte hay una esperanza.

Catorce estaciones relatan el camino hasta la cruz y ofrecen innumerables enseñanzas perfectamente aplicables a los actuales momentos que vive la sociedad. Además, los personajes que vana apareciendo en el tortuoso camino del Calvario también contribuyen con sus gestos a deslizar ejemplos para los presentes. La colaboración de Simón el Cirineo, la humildad de la Verónica, el quebranto de las caídas, el dolor de una madre observando la tortura de su hijo, la piedad de las mujeres que asisten al suplicio y tantas otras escenas que se suceden en el relato.

De cada giro en el camino, de cada parada ante una estación, de cada gesto se podía extraer una invitación a la reflexión, al arrepentimiento. El Cristo de la Buena Muerte ascendió portado en hombros entre un pasillo multitudinario, como símbolo a imitar y seguir, tanto en el recorrido del viacrucis como en la actividad cotidiana.

Matrimonios, padres con sus hijos, jóvenes, personas mayores... Todo el mundo disfrutó de una de las actividades que más hondo ha calado en los últimos años dentro de las que incluye la programación de la Semana Santa.

Y al finalizar el viacrucis, otra de las estampas más típicas de la Semana Santa. Los sonidos del Silencio del Tambor, que coordina la Cofradía del Santo Cristo de San Marcos.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios