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Iglesia de Santa María del Campo, localidad burgalesa donde Juana I de Castilla pernoctó en su periplo de trasladar el cadáver de su esposo hasta Granada./Ricardo Ordóñez / ICAL
Viaje hacia la locura
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Viaje hacia la locura

Juana I de Castilla recorrió parte de la provincia de Burgos con el cadáver de su esposo, Felipe 'El Hermoso' marcando para siempre a muchas poblaciones

L. SIERRA

Domingo, 1 de septiembre 2013, 21:32

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Burgos. 25 de septiembre de 1506. Las campanas de la Catedral tañen a muerto. El rey de Castilla, Felipe el Hermoso, ha fallecido. Su esposa, Juana I de Castilla, llora desconsoladamente junto al cadáver, aún caliente, de su marido. Desde la Casa del Cordón-residencia de los Condestables de Castilla- se inician los preparativos del funeral del monarca y el traslado del cuerpo yacente hasta la Cartuja de Miraflores. Todo el mundo detiene su mirada en Burgos, capital en la que se para, para siempre, la vida de la que después será conocida como 'Juana la Loca'.

Más de cinco siglos después de aquel episodio histórico ligado a la la Corona de Castilla y al devenir de las tierras de Castilla y León, la provincia de Burgos sigue marcada por aquel acontecimiento. La muerte de Felipe I de Habsburgo (Brujas, Flandes, 22 de julio de 1478 Burgos, Castilla; 25 de septiembre de 1506) sumió en un profundo invierno a la ciudad- capital de la Corte en aquel momento- y propició un viaje hacia la locura que llevó a Juana a recorrer parte de las provincias de Burgos y Palencia con el cuerpo inerte de su esposo.

La Casa del Cordón, actual sede de la delegación de Caixa Bank en Castilla y León, fue testigo del repentino fallecimiento del marido de la hija de los Reyes Católicos. Según rezan las crónicas, el monarca se sumió en unas terribles fiebres después de beber agua fría tras disputar un partido de pelota junto a otros nobles para celebrar que Don Juan Manuel había tomado posesión del castillo de Burgos. Tras semanas de fiebres y delirios, 'El Hermoso' falleció a finales de septiembre de 1506 depositando en Juana todo el peso de la Corona de Castilla.

Los restos de Felipe 'El Hermoso' se trasladarían hasta la Cartuja de Miraflores, en las inmediaciones de la capital burgalesa, hasta donde Juana se trasladaba día sí, día también, para besar el féretro en el que se encontraban los restos de su marido, que fueron embalsamados. Así lo recuerda el escritor Elias Rubio, quien en 1997 realizaría el mismo viaje que la toledana con el ánimo de recoger testimonios y vivencias de aquel momento casi cinco siglos después. Cuentan las crónicas que el amor de Juana por su esposo llevó a ordenar la apertura del ataúd en varias ocasiones para comprobar la belleza del hombre con quien se casó y besar los pies del cadáver. Solo ella poseía la llave del féretro, que llevaba colgada de su pecho.

En este monasterio debió permanecer el cadáver de 'El Hermoso' por espacio de casi tres meses, desde su traslado de Casa la Vega, a mediados de septiembre de 1506, hasta el 20 de diciembre del mismo año, que es cuando la reina Juana decide emprender su fúnebre viaje con intención de llegar a Granada y dar allí reposo a definitivo a su esposo, explicó Rubio en declaraciones a Ical.

La reina trasladó su pena hasta una pequeña casa, hoy localizada en el barrio de Gamonal, Casa La Vega, cuyos restos apenas son visibles en la actualidad tras la demolición del edificio. Desde este punto, y fruto del dolor y la agonía que le supuso perder a Felipe, diseñó un macabro trayecto para trasladar los restos de su malogrado cónyuge desde Burgos hasta Granada, tras recordar que uno de los deseos del padre de sus hijos era ser enterrado en este lugar. En esos meses la reina visitaba el cenobio cartujano continuamente, por supuesto que para estar cerca de su marido muerto. Imagino que en la cartuja burgalesa debieron vivirse en aquellos días escenas para quitar el sueño al más templado, apostilló el autor de uno de los estudios más exhaustivos de la ruta que realizó por la Castilla del siglo XVI la heredera de la Corona de Castilla.

Periplo burgalés

Gracias a las crónicas del siglo XVI del pronotario Pedro Mártir de Anglería, que acompañó a la reina en su extraño viaje, se conoce el nombre de las localidades por los que pasó el cortejo fúnebre. De este modo, se sabe que la provincia de Burgos, junto con la de Palencia, fue una en la que más paradas hizo. La huella es aún visible en pueblos como Tórtoles de Esgueva (Burgos) donde Juana se reencontró por primera vez con su padre, Fernando 'El Católico', tras la muerte de Felipe o en pequeños municipios como Presencio (Burgos), en cuya Plaza Mayor, se conserva la casa en la que la monarca lloró la pérdida de su esposo durante días.

En su intento de llegar a Granada, y tras recorrer el Cerrato palentino de noche y en pleno invierno, el cortejo inicia un dudoso camino de vuelta hacia Burgos que pudo estar propiciado por la escasa lucidez mental de Juana. El 28 de agosto de 1507, once meses después de la muerte de Felipe, el cortejo formado por nobles, ayudantes y fieles a la Corona de Castilla, hace su entrada en plena noche por las calles del municipio ribereño de Tórtoles de Esgueva (Burgos). Convertido de forma temporal en la Corte de la Corona de Aragón, este pequeño municipio acoge el encuentro entre Juana y su padre Fernando, y es probablemente el lugar en el que el marido de Isabel la Católica toma la decisión de incapacitar a su hija, tras conocer el viaje que ésta ha emprendido con el cuerpo yacente de su esposo.

El empeño de llegar a Granada sin dejar Castilla lleva a Juana a recorrer muchas poblaciones burgalesas de noche, al entender que la luz del día no era propia para llorar la muerte de Felipe. De este modo, son pocos los que logran ver a la monarca, que prefería alojarse en casas nobiliarias en lugar de palacios o lugares en los que pudiera ser identificada.

En Tórtoles de Esgueva (Burgos), Juana se instala en la hoy conocida como 'Casa de Juana la Loca', una casa nobiliaria que aún se conserva intacta y desde la cual se desplazaba hasta la iglesia parroquial para velar el cadáver de su esposo. El paso del tiempo no ha deslucido el inmueble, que conserva la importancia de otras épocas, ni el recuerdo que muchos vecinos de la localidad tienen de aquel episodio histórico. Hemos escuchado desde niños aquella historia, decían que tenía una habitación en una de las plantas, relató una vecina de la localidad.

Loco camino

Fuera del Camino Real, y tras pasar por Presencio (Burgos), la comitiva llega a la localidad burgalesa de Santa María del Campo, donde los vecinos aún recuerdan que la reina se alojó en la denominada 'Casa del Cordón', un edificio solariego en el que Juana pasó varios días. La devoción de Juana por su esposo llevaba a elegir casas cercanas a la iglesia de cada localidad para poder estar cerca de su esposo. Así ocurrió en este municipio burgalés donde un pequeño cartel, situado en la esquina de la casa nobiliaria, recuerda que en este espacio estuvo Juana La Loca'.

Santa María del Campo conserva la huella nobiliaria y medieval que en otra época le hizo ser una de las localidades más poderosas de esta zona de Castilla. No es de extrañar, por tanto, que la reina decidiese reposar-un tiempo no documentado- en esta localidad. Hemos oído hablar mucho sobre Juana la Loca. Dicen que vivió en la Casa del Cordón, era la mejor casa del pueblo, recuerda una vecina de edad avanzada. Como ella, las crónicas históricas sitúan el temporal domicilio en esta casa nobiliaria, acorde con las intenciones poco pretenciosas de la reina castellana.

La última parada

El 29 de octubre de 1507, Fernando 'El Católico' deja a su hija en Arcos de la Llana (Burgos). En esta localidad, situada a diez kilómetros de la capital permanecería hasta febrero de 1509. Un total de 18 meses que cambiaron para siempre la vida de la monarca y el devenir de este municipio que hoy es uno de esos pueblos-dormitorio en los que viven muchos de los que a diario se desplazan a trabajar hasta la capital. Las calles recuerdan a pocos días del estreno de la representación teatral sobre la vida de Juana la Loca, el vínculo que existe entre el personaje y el municipio.

Acompañada de su hija Catalina- nacida pocos meses después de la muerte de Felipe-y tras negarse a trasladarse a Burgos por los malos recuerdos que la ciudad le traía, Juana pasa en Arcos lo que algunos historiadores han definido como los meses más tranquilos de su locura. Pesea que su salud mental no había mejorado, y los extraños episodios relacionados con el el interés por conocer el estado del cadáver de su esposo se repetían, Juana estableció su residencia en el municipio burgalés a la espera de que llegasen tiempos mejores para poder llegar a Granada.

Aislada del mundo, y de sus responsabilidades como soberana, Juana trasladó hasta uno de los palacios del municipio la amargura y sufrimiento que aún sufría un año después de la muerte de su esposo. Si bien es cierto que en los documentos de la época hay constancia de algunos de los bienes que la reina compró para su confort-como una lámpara y un brasero-es difícil situar el palacio en el que Juana vivió aquel año y medio, como explica Elias Rubio en su trabajo. Vivió junto a un palacio que había junto a la puerta norte de la villa, pero no se sabe más, indicó el escritor.

De lo que sí que hay constancia, escrita y oral, es de las visitas diarias que Juana realizaba hasta la iglesia de Arcos para asistir a las honras fúnebres y velar el cadáver de su esposo, a quien no dejó de acompañar desde que muriese ni un solo día. Conocedor de los hechos, Fernando decidió poner punto y final a aquella locura.

A mediados de febrero de 1509, Juana I de Castilla dejó Arcos de la Llana rumbo a la localidad vallisoletana de Tordesillas, donde, cautiva, pasaría los últimos años de su vida. Los restos de Felipe el Hermoso llegaron a la Capilla Real de Granada poco después de que Juana lo hiciera al castillo en el que fue recluida y apartada de todo poder político.

Arcos de la Llana, Burgos, 1 de septiembre de 2013. Las calles de Arcos se llenan de vecinos que contemplan la llegada del cortejo fúnebre con los restos de Felipe el Hermoso según informa Ical. Vecinos de la localidad interpretan en la iglesia parroquial una obra teatral con un argumento que el tiempo ha convertido en leyenda. La historia de un amor que no pudo borrar el paso de los siglos, ni la muerte, y que perfiló el carácter de una mujer fuerte y vehemente para, en pleno siglo XXI, seguir llenando las páginas de libros, estudios y reportajes.

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