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Amancio Prada durante el concierto. / G. Villamil
Amancio Prada derrocha pasión poética en el Teatro Zorrilla
MÚSICA

Amancio Prada derrocha pasión poética en el Teatro Zorrilla

Emocionó con el recital 'A Rosalía de Federico', un viaje lírico entre Andalucía y Galicia

VIRGINIA T. FERNÁNDEZ

Domingo, 23 de junio 2013, 14:39

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El público entrenado sabe bien cuándo un artista siente tanto sobre un escenario que sangra lo que dice. O lo que canta. El compositor Amancio Prada, con la sola compañía del acordeonista Cuco Pérez, caló ayer profundo en los espectadores del Teatro Zorrilla. A ratos en trance, como arrebatado por el misticismo implícito en toda entrega pasional a la poesía, el trovador Prada volvía a Valladolid para ofrecer una propuesta escénica muy íntima: 'A Rosalía de Federico', un diálogo a tres bandas, o mejor dicho, a tres almas, las de Federico García Lorca, Rosalía de Castro y la suya propia, la de Amancio Prada, que la dio a un patio de butacas salpicado por personalidades de la escena cultural local. Los 'Seis poemas gallegos', que Lorca escribió entre 1932 y 1934 desde su admiración por la poeta gallega, fueron el eje central de un recital con carga dramatúrgica. Escenografía modesta: mesa, flores, guitarra. El espectáculo es un viaje, trasunto del que Lorca realizó a Galicia. Corroboró entonces su amor por Rosalía, «su hermana en tristeza», por su lengua, por el paisaje gallego y todos sus elementos. En uno de los poemas que Prada declamaba ayer se refería a la lluvia en Santiago de Compostela como 'alta hierba', hermosa imagen. La lluvia fue el telón de fondo durante todo el recital, hasta casi el final, cuando Prada le cantó a Rosalía muerta, presente-ausente en la silla vacía iluminada cálidamente. Elegía emocionantísima.

El viaje fue fértil. De la «arena caliente» de su Andalucía del alma, a «las camelias blancas», símbolo del frío gallego norteño. En el periplo canta Lorca en la voz templada de Prada. A la luna, «auxilio de los poetas», a la montaña y al valle, al sueño, a la muerte. Muy presente el agua.

Uno de los momentos más emotivos del recital se lo dedicó el leonés al teatro. No estaba allí como autor sino como «ardiente apasionado del teatro», dijo. Y regaló un encendido parlamento en defensa del teatro de «acción social» en clara alusión a La Barraca. Muy adecuado para ilustrar las dificultades que atraviesa el sector en la actualidad. Defendió el verdadero teatro, el que está muy lejos de ser «sala de juego», ese que ha de constituir «la edificación de un país». «Un pueblo que no cuida su teatro, si no está muerto, está moribundo». Muchos aplausos en ese instante. El final de la hora y media de espectáculo se vivió de forma festiva, con una 'riada' cantada en compañía del público. Largos, largos aplausos.

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