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LORENA SANCHO
Sábado, 16 de febrero 2013, 17:06
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El convento de Filipinos, con 19 hermanas, es un caso atípico de clausura. Incrementan miembros, superan las 500 visitas diarias en su web y cuentan con una dispensa papal para tener mayor apertura y flexibilidad. Así es el secreto de la comunidad que encabeza la madre Olga.
Pero ¿Qué tiene el monasterio del Corazón de Jesús y San José para que atraiga a jóvenes monjas en época de sequía vocacional? «Rompemos el cliché de los prejuicios de que un convento tiene que tener monjas muy mayores y que esté siempre sumido en la tristeza. Aquí una pasmada no tiene futuro, una persona sin energía aquí se acaba de morir. Digamos que es una sensibilidad que Dios nos ha dado», dice la priora, la madre Olga, de 42 años y una vitalidad contagiosa.
Su afirmación encuentra una rápida respuesta en las hermanas. Con algarabía lanzan aquello de «esa madre cómo mola se merece una ola eh, eh, hacen mientras muestran las palmas, y otra ola y repiten el gesto y un tsunami». Todas ríen y aplauden. «¿Es evidente lo que decía no?», apostilla la madre Olga.
Mañana un amplio reportaje en la edición papel El Norte de Castilla.
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