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Gonzalo Jiménez, secretario de Las Edades de Hombre. / H. Sastre
«Las Edades del Hombre no están agotadas, son una marca»
Gonzalo Jiménez, secretario de Las Edades de Hombre

«Las Edades del Hombre no están agotadas, son una marca»

El ciclo de exposiciones encara en el 2013 su XVIII propuesta en Arévalo

JESÚS BOMBÍN

Sábado, 1 de diciembre 2012, 20:12

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Arévalo y sus ocho mil vecinos aguardan con ganas el 2013. Un deseo extensivo a Madrigal de las Altas Torres, Fontiveros y un buen puñado de municipios. Entre mayo y noviembre del año que viene la villa abulense protagonizará uno de los eventos por el que pujan ciudades y municipios de Castilla y León.

Y más en tiempos en que cualquier iniciativa que genere movimiento económico y cultural se convierte en muy codiciable. En un clima así, la XVIII edición de Las Edades del Hombre pasa a convertirse en un acontecimiento al que se fía toda la confianza como revulsivo económico de la zona, siguiendo ecos de la recién clausurada muestra de la localidad burgalesa de Oña. Allí 'Monacatus' ha impreso un antes y un después. Los 175.000 visitantes que han llevado las piezas de arte hasta el milenario monasterio de San Salvador han dejado huella y una cifra más que sumar a la contabilidad general de Las Edades, que habla de 25 años de exposiciones visitadas por casi diez millones de personas, más de cuatro mil obras exhibidas y restauradas... todo un evento cultural que en este tiempo ha movilizado economías y ha sido espejo de la pujanza patrimonial de Castilla y León.

«Aunque los sectores más beneficiados son la hostelería y el turismo, Las Edades son demandadas por todos los ciudadanos del lugar. Se implica toda la sociedad, consciente de su repercusión y relevancia». Gonzalo Jiménez Sánchez, secretario general de la Fundación Las Edades del Hombre, sabe de las peticiones que reciben en el monasterio de Santa María de Valbuena (San Bernardo) con ofertas de ayuntamientos y Embajadas para alojar una edición con patrimonio religioso de la región. «Nos han llegado ofrecimientos desde el extranjero, concretamente de dos países y lejanos, pero es difícil que fragüen porque el proyecto es muy costoso». ¿Y de Castilla y León? «Han llegado cinco o seis con carta de verdad, formalizada, de pueblos y algunos no pequeños», cuenta este sacerdote.

Y explica también que la elección de Arévalo no partió de la Fundación. «En su día suscribimos un convenio con la Junta de Castilla y León y nos indicó los lugares: Las dos Medinas, Oña, Arévalo y en 2014, Aranda de Duero. La Junta está implicada en el proyecto con una entrega ejemplar y es una colaboración beneficiosa para ambas instituciones».

Cuenta que «después de darle mil vueltas» cree intuir por qué veinticinco años después de la primera edición de Las Edades celebrada en la Catedral de Valladolid esta cita con el arte religioso sigue siendo atractiva para miles de personas que acuden a su llamada. «La razón de tanto éxito es muy sencilla: Nos permite identificarnos con una tierra, un pueblo, una historia, con un patrimonio.... Ese es el sentido del lema que va a resumir la próxima cita de Arévalo, '25 años construyendo identidad', porque Las Edades construye identidad como iglesia de Castilla y León, como país y como pueblo».

En ese discurso que entronca con la búsqueda de «nuestras propias raíces» echa de menos más sentimiento de orgullo en esta tierra y energías para sacarle partido. «Lo explotamos poco, ponemos poco en evidencia cómo el patrimonio, que es divulgación de nuestra historia, contribuye a una mayor identificación como pueblo. A pesar de todo, hemos sido capaces de crear identidad y ahí radica la riqueza de Las Edades».

Su reflexión acaba en lamento solo con imaginar cómo hubieran aprovechado, por ejemplo, vascos y catalanes, una riqueza patrimonial como la que alberga esta región. «No explotamos estos hechos emblemáticos, los vivimos con discreción, como vivimos los castellanos y leoneses estas cosas, casi en el silencio y la sobriedad».

Nada más abrir 'Monacatus' sus puertas en mayo, la Fundación empezó a mover la maquinaria preparatoria de la siguiente edición, Arévalo, con la mirada puesta en la selección de las piezas que ocuparán tres sedes: la iglesia del Salvador, la de San Martín y la de Santa María entre mayo y noviembre del próximo año con un presupuesto que rondará la cifra de 1.4000.000 euros. La Junta aportará un millón, más otros 250.000 destinados a restauración arquitectónica.

Con la imagen en la memoria de aquella primera exposición de 1988 en la Catedral de Valladolid, Las Edades se aproximan hacia el cuarto de siglo de vida ahondando su calado de proyecto cultural vinculado a Castilla y León. Gonzalo Jiménez defiende la vigencia de su empuje y de sus retos, comprobada su eficacia para hacer más conocidos en el mapa nacional pueblos y comarcas en los que el patrimonio histórico se convierte en catalizador cultural y económico.

Al cabo de 25 años, con un esquema expositivo que pervive en lo esencial, descarta de plano Gonzalo Jiménez que Las Edades del Hombre sean un proyecto amenazado por el paso del tiempo. «No están agotadas, no veo agotamiento. De una manera inconsciente el proyecto se identifica con las personas, con la gente de Castilla y León, con nuestra fe, nuestra cultura, y sobre todo, con nuestro patrimonio y nuestra historia. Esto hace que, aunque de manera inconsciente, la adhesión al proyecto sea tan mayoritaria».

El responsable de la Fundación aprecia que Las Edades del Hombre «son una marca y no voy a ser chovinista, pero díme qué marca hay en nuestra comunidad con más empaque y arraigo, qué fundación tiene tanto empuje. Cada vez es más difícil elegir piezas, y más duro, como es lógico... Con cuatro mil obras expuestas en estos años ya me dirás tú. Castilla y León tiene el mayor patrimonio religioso de España y de Europa y eso dificulta mucho más la búsqueda, las labores de consecución...».

En este cuarto de siglo Las Edades han mudado ciertos enfoques. «La arquitectura efímera era muy compleja al principio, todo lo que se hacía en el interior del templo... apenas se veía la Catedral, que se convertía en una especie de estructura de madera, se generaban espacios... y ahora también, pero no con la misma proporción. También se tendía a superar de largo las doscientas piezas y ahora nos situamos en ciento y pico o menos, como sucederá en Arévalo».

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