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V. M. V.
Sábado, 8 de septiembre 2012, 13:11
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Las baldosas de la Plaza Mayor respiraron este viernes tranquilas, como la báscula de Falete cuando presiente que su dueño está de viaje (el otro día en Parquesol, sin ir más lejos). Poquito peso tuvieron que soportar los adoquines de una plaza alopécica, con más calvas que un autobús del Club de los 60 aparcado en Benidorm. Y si no te lo crees, haberte venido a la primera fila, que no necesitabas codos ni nada. Un par de maniobras y te ponías a dos palmos de Coti, quien tocaba, otra vez (en el fondo del dolor) a los pies del conde Ansúrez. Un concierto de Coti en fiestas (en estas o en las de San Pedro Regalado) es como un capítulo de 'La que se avecina' en Factoría de Ficción. Ya puedes hacer zapping, ya, que seguro que te lo encuentras. Hay quien pasa de largo (en plan esto ya lo he visto), hay quien no soporta a Estela Reynolds (¡qué ataque más gratuito!) y muchos que son fans absolutos y que se tragan el episodio aunque sea repetido. Coti, de nuevo, en la Plaza Mayor. «Esta plaza es maravillosa, tenemos tantísimos recuerdos increíbles», dijo. Como para que no.
Eso sí, el cantante argentino ofreció novedades y se enfundó el traje roquero, el pitillo estrecho, las uñas negras, los dedos con más anillos que Marujita Díaz en Saturno, y para arrancar, una armónica que se llevó a la boca como quien saborea una raja de sandía ortodóncica. Si las canciones de sus discos tempraneros son como los abisinios de Cubero, esta noche las quitó todo el azúcar y les metió una capa de rock and roll. Coti prefirió anoche reservar cuerdas vocales y darle un poco más de protagonismo a las de la guitarra. A la suya y a las de sus compañeros de banda, que tuvieron ese minuto de gloria en la que el guitarrista lo flipa un poco, con los ojos cerrados y la cabeza hacia arriba. Esos pequeños momentos de los que está hecha la eternidad. Así que Coti (que tiene un nombre perfecto para ser coreado: «Coooti, Coooti» y este viernes por la noche lo fue) retorció sus canciones, como hacen los políticos con las respuestas a una pregunta incómoda, y algunas las volvió casi irreconocibles, como 'Nunca tendré tu amor', con un ritmillo potente. La cara roquera de Coti mola. El tío hasta se puso malote para dedicar algunas piezas a los funcionarios corruptos, al tiempo que abogaba por una sociedad sin fronteras, sin países y sin alcaldes. (Al cierre de esta edición, León de la Riva no ha replicado. Todavía. Ay, papa, que le manda la poli a caballo). Y además de la vertiente roquera, Coti se vino con otra novedad bajo el brazo (como los colegas que pasan mucho por casa y se traen una botella de vino para compensar). Además de las canciones de sus discos (sonaron 'Mis planes', 'Bailemos' o 'No me arrepiento'), también se pudieron escuchar otras cantadas en su día por boca de otro (los otros son Julieta Venegas, Diego Torres o, ay dios mío, Paulina Rubio) y que con la voz de Coti el José Luis Moreno de esta historia viven otra vida. Más roquera. Más intensa, quizá. Mmm. Bueno, no pasa nada. Si hay dudas sobre esta afirmación, seguro que dentro de poco tenemos oportunidad de resolverlas. Hasta el año que viene, Coti.
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