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Mariano Casado, en uno de sus arrebatos de sinceridad sin complejos./ Alberto Bravo
"¡Uy madre, como se entere De Guindos!"
PALENCIA

"¡Uy madre, como se entere De Guindos!"

Minero jubilado de Otero de Guardo, en Palencia, cumple cien años el día 15 y lleva 41 como pensionista, más de los que cotizó a la Seguridad Social

FERNANDO BRAVO

Lunes, 13 de agosto 2012, 17:50

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Las manos, los ojos el derecho es una suerte de oquedad inservible sus labios y un sorprendente sentido del humor, desprovisto de artificio, son más elocuentes que sus palabras. Si además se muestra en su entorno, el patio de una casa centenaria que cuelga como un balcón sobre el embalse de Compuerto, en pleno Parque Natural de Fuentes Carrionas, su discurso es solo la guinda histórica de un prototipo singularmente longevo de la tropa que dio pie a la España actual. Comparte su vida desde hace más de setenta años con Aurelia Cuevas, de 94 años, que ha envejecido con él y con una sonrisa tan fiel como su compañero.

¿Lo del ojo es secuela de la mina?

No, no. Tenía veintitantos años y fue en una subasta de madera, en la sierra de Tito. Usábamos unas cuñas para abrir la madera y me saltó una esquirla de metal. Y ahí perdí el ojo derecho.

¿Y cómo entró en la mina?

Hoy no hubiera podido. Es peligroso el trabajo y con esta limitación no se puede trabajar. Entonces era diferente.

Fueron muchos años como minero. ¿No hubo accidentes?

Estuve 29 años en Antracitas de Velilla como ayudante de minero. Íbamos al tajo en bicicleta desde Otero. En invierno nos quedábamos a dormir en Velilla porque la nieve nos impedía volver a casa. Pero nunca tuve un accidente grave.

La mina, la Guerra Civil, la pobreza, ¿cómo se sobrevive a todo eso?

En la Guerra me hirieron, pero salí adelante. Estuve en Somosierra, Toledo, Teruel, San Sebastián, Irún, Fuenterrabía... Viajé mucho. Había terminado la mili y había pasado lo de Asturias. Me hirieron en Santander. Y cuando terminó, volví a Otero.

Usted luchó con los sublevados, con Franco.

Donde tocaba. ¡Franco no tenía que haber nacido. Provocó muchas muertes. No tenía que haber nacido...!

Fue como un resorte, una especie de desahogo incontrolable, aparentemente. En casa, dice, prefieren no hablar de política.

No soy político. Quizás un poco más de izquierdas. Yo voy a misa pero no soy religioso.

Mariano Casado, que recibe en compañía de uno de sus hijos, sindicalista en el País Vasco, vuelve a su discurso tranquilo. Tiene experiencia para estar de vuelta de todo. Incluso para admitir que no todo el mundo tiene que pensar como él. «Igual estoy equivocado...». Es el prólogo de algunas de sus afirmaciones. Pero no tiene complejos para responder a cualquier provocación.

Por lo que se ve, usted va a sobrevivir a la minería del carbón.

Tengo un hijo que todavía trabaja en la mina. Agustín. Pero la minería parece que se va a acabar antes que yo. Y eso que hay mucho carbón. Donde trabajé hay millones de toneladas, una montaña entera. No se terminaría nunca.

Lleva 41 años jubilado, cobrando la pensión. Con muchos así el sistema está condenado a quebrar. Que no se enteren en el Gobierno.

¡Ay madre, como se entere de Guindos bromea. Con 59 años me jubilé y, al principio, la pensión era similar al jornal. Después la congelaron durante algunos años. ahora cobro 555 euros al mes y salimos adelante.

Responde a cualquier pregunta, pero no las necesita para seguir charlando. Y vuelve al discurso de la supervivencia.

Cuando tenía 10 años me mordió una víbora. Pero tuve más fuerza que la serpiente. Tuve fuerza en el estómago y devolví y eché el veneno. Eso me purificó la sangre. Y eso me ha ayudado después.

Y se va creciendo. Mariano Casado, cuyo entorno se va poblando de hijos, nietos y algún bisnieto, ha roto definitivamente el hielo, se siente a gusto con su vida y abandona las pocas cautelas de su discurso.

Como de todo lo que me gusta, aunque alguna vez tengo ardor de estómago. Duermo bien. Voy al médico de vez en cuando para controlar la tensión. Pero estoy bien. Soy invencible.

Luego se relaja y admite que tendría que arreglarse los dientes. Bromea y culpa a los hijos de que no le dejan y eso le impide disfrutar más de la comida.

El pasado ha tenido un saldo positivo. ¿Cómo ve el futuro? El de su familia, por ejemplo.

Para que vivan mejor que yo, a poco. Pero ahora hay mucho paro. ¿Qué hace una familia con cuatro o cinco hijos sin trabajo? Creo que la situación mejorará, pero la cosa está muy mal. En mi casa nunca faltó el pan de centeno, por lo menos, pero ahora hay demasiados parados, demasiadas familias que tienen problemas para sacar adelante a sus hijos.

El entorno se va animando. Y Mariano Casado también. Aparece Aurelia Cuevas, su esposa, que sonríe constantemente ajena a la charla, debido a la sordera. Y el protagonista, que reconoce que vive bien en su casa, aunque cuando llega el otoño y los fríos del invierno se limita a estar a lado de la lumbre, dice que no renuncia a tomar una sidra en el bar.

¿Vamos a tomar una sidra?

No son todavía las 14:00 horas y es buen momento. Dámaso Casado, el hijo sindicalista y promotor de la entrevista está de acuerdo. Y un sábado de agosto, en Otero de Guardo hay algo de ambiente.

En el Soply, uno de los bares de Otero, hay vecinos y sobre todo gente del pueblo que buscó trabajo fuera y vuelve en verano. Y allí se diluye un poco el protagonismo de Mariano Casado porque, entre otras razones, se encuentra con personas como Hermenegildo, de 92 años, que todavía juega la partida todas las semanas. Y ya conocen sus gustos. Una sidra.

No le privan de nada. Come lo que quiere, bebe algún vinito y su sidra. ¿Fuma?

Fumaba mucho cuando era joven. Hasta dos paquetes diarios. Pero un día vino un practicante y me dijo: «Si no dejas de fumar, dentro de poco te veo en el cuadrito (el cementerio). Y desde entonces no fumo. Pero sigo viniendo a tomar mi sidra, a veces bebo un poco de vino y si se presenta la ocasión puedo beber un poco de orujo.

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