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Mercedes Aguirre. / Archivo
Terapia natural a partir de los cuarenta
curarse en la mesa

Terapia natural a partir de los cuarenta

La bióloga Mercedes Aguirre enseña a controlar las molestias de poca entidad propias del paso de la juventud

A. IRIBERRI

Miércoles, 23 de noviembre 2011, 20:28

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Es un hecho. A partir de los 40 años, el cuerpo no es lo que era y empiezan a aparecer pequeñas molestias, casi sin importancia pero que, sin embargo, nos recuerdan que es hora de aminorar los excesos y empezar a cuidarnos un poco más. No se trata de problemas de salud, lo que no significa que no se puedan mejorar, como recuerda la bióloga Mercedes Aguirre en su libro Salud Adulta y Bienestar a partir de los 40.

Se trata de una guía práctica que enseña qué tratamientos a base de preparados dietéticos de venta en herbolarios y parafarmacias pueden ayudar a sentirse mejor y a afrontar alrededor de 150 dolencias comunes, que incluyen desde molestias en los huesos y los músculos hasta el sistema digestivo, pasando por trastornos genitourinarios.

Para la autora, la mayoría de los achaques de salud a partir de esta edad se centra más en el sistema digestivo, con problemas como estreñimiento, gastritis, úlceras, gases y obesidad, entre otros. Además, Aguirre considera que «el estrés y sus consecuencias no es un tema baladí». Sin embargo, para esta especialista, «las grandes protagonistas de este siglo XXI van a ser las enfermedades neurodegenerativas y las cardiovasculares». Para prevenir las primeras, Aguirre recomienda, aparte de una serie de hábitos de vida saludables, tres tipos de nutrientes «que se antojan básicos a nivel cerebral» y que están presentes en productos que se pueden adquirir en herbolarios y parafarmacias: el DHA, un ácido graso poliinsaturado derivado del pescado, la L-glutamina, un aminoácido que actúa como «combustible» para el cerebro y el complejo vitamínico B, «esencial para un correcto funcionamiento del sistema nervioso».

Estos productos se enfrentan a menudo a críticas por parte de la medicina tradicional, debido a que la legislación no requiere que su eficacia esté avalada por un soporte científico. En este sentido, la autora tiene claro que estos compuestos no deben de sustituir los fármacos tradicionales. «Prefiero hablar de terapias complementarias más que alternativas», comenta, y señala que, si se saben utilizar, las sustancias de parafarmacia «tienen un gran potencial en alteraciones de salud crónicas como alergias o problemas en la piel».

Aun así, la especialista reconoce que, en caso de procesos agudos (como un dolor intenso o una reacción alérgica importante, entre otros), «la farmacopea tradicional cuenta con preparados mucho más efectivos, rápidos y eficaces».

Criticas a los productos

Aguirre no acepta las críticas contra los productos complementarios que recomienda y hace hincapié en que la fabricación de estos «se lleva a cabo en laboratorios con instalaciones comparables a las de las farmacéuticas, bajo estrictos controles de calidad». Además, no duda en entrar en la polémica sobre la presunta falta de ensayos clínicos en torno a estos compuestos.

En primer lugar, afirma que «cada vez hay más estudios usando productos de este tipo» pero, además, apunta a un obstáculo de fondo, muy utilizado por los defensores de estos tratamientos. «Pienso que uno de los problemas que existe es que, a menudo, el tipo de planteamiento y valoración que se hace de los resultados de estos estudios se basa en el prototipo de esquema de trabajo de un ensayo clínico para un fármaco y, en mi opinión, los enfoques no tienen por qué ser necesariamente similares, ya que el concepto, la naturaleza y el modo de acción de estos productos es distinto que el de los fármacos convencionales», reflexiona. La bióloga habla de numerosos aliados del bienestar que se pueden encontrar en parafarmacias y herboristerías y aclara las diferencias con la homeopatía. «Mucha gente piensa que la palabra homeopatía es sinónimo de producto dietético, cuando no tienen nada que ver». En este último concepto entra «todo lo que se vende en herbolarios», que pueden estar basados en vitaminas, minerales, enzimas, plantas o aceites, como es el caso de los populares productos con omega-3. «También existen productos que en su composición llevan mezclados elementos de distintas categorías como, por ejemplo, plantas más minerales o vitaminas más aceites)», comenta, reseñando que «no son excluyentes y, en ciertos casos, puede ser recomendable usar un poco de todos».

El hecho de que no haya que acudir a la farmacia para adquirir estos compuestos hace que sean de venta libre y, por lo tanto, más dados al autoconsumo. Para Aguirre, esto no implica en muchos casos peligro porque «son productos más agradecidos que los fármacos clásicos y, por lo general, no suelen provocar efectos secundarios». Sin embargo, la autora considera que «en determinados casos, siempre es recomendable contar con la supervisión de una persona que entienda y que cuente con unos conocimientos mínimos de salud».

Otro asunto que preocupa a la comunidad científica es la posible interacción de esta alternativa con los fármacos tradicionales, razón de más para contar con el consejo de un profesional cualificado a la hora de adquirirlos. Aunque Aguirre señala que en la mayoría de los casos es posible mezclar ambos tipos de compuestos, reconoce que «podría llegar a darse algún tipo de interacción». En realidad, los consejos de esta doctora en Biología por la Universidad de Leeds (Reino Unido) se basan en el sentido común.

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