Fatigas

C uanto más grande sea un proyecto o una idea, más dificultades tendrá que salvar, y el llamado Plan Rogers no iba a ser una excepción. Formulado como una operación de toma y daca, en la que la venta de terrenos liberados financiará el soterramiento destinado a cambiar la ciudad, se topó con la primera pega porque la andadura comienza cuando el mercado inmobiliario está tan deprimido que cuesta diferenciar si lo que se ve al final del túnel es la luz del día u otro tren que viene de frente. Y si esto sucede en el terreno inmobiliario, ídem de lienzo está pasando con la creación de grandes superficies, afectadas por el parón del consumo.

Por eso no creo que haya sorprendido a nadie que Vialia, el gran centro de ocio que forma parte de este ambicioso proyecto urbanístico, haya sido abandonado por uno de sus socios, que deja en la estacada a Adif, que es el otro, que ya ha dicho que asumirá el mismo en solitario hasta encontrar un nuevo compañero de fatigas que quiera compartir la aventura de crear ese espacio donde tendrán cabida todas las actividades que se cuentan en el reportaje.

Con su decisión de seguir adelante con uno de los proyectos más emblemáticos, Adif ha demostrado tener un par para tirar del carro y buscarse otros socios. A rey muerto, rey puesto.