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ANÁLISIS

El seiscientos y Los Santos Inocentes

JOAQUÍN ROBLEDO

Lunes, 4 de mayo 2009, 02:57

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Una de las paradojas que plantean la relatividad del volumen se muestra con el número de ocupantes de los coches. En los actuales, tan modernos y aparentemente espaciosos ellos, mal caben cinco personas. Pero pocas décadas atrás podíamos viajar casi cómodamente el doble de personas en aquel milagro automovilístico llamado seiscientos. Seiscientos también se llama el número de minutos que lleva el Real Valladolid sin oler el aroma de la red y, de la misma forma, los ocupantes de las causas son muchos y viajan plácidamente. Diez horas consecutivas sin marcar, se dice pronto, que son el corolario desesperante de un equipo que cae en picado hacia un objetivo -la permanencia- conseguido mucho tiempo atrás.

Antes de ello el Valladolid ronroneaba en los aledaños de la zona más noble de la clasificación. Podremos pensar que se trataba de un efecto óptico pero los hechos son tozudos. El nivel de la liga española ha bajado tanto durante el último lustro que cualquier proyecto medianamente coherente podría obtener un premio superior al que por presupuesto le correspondería. El club blanquivioleta cuenta con ese aval pero se ha envuelto en la manta de su mediocridad y ha dimitido del sueño. Tan pendiente estaba de no ahogarse que continuaba braceando cuando estaba ya en tierra firme. Ha asumido su papel de forma tal que es incapaz de cortar los hilos que limitan sus aspiraciones porque padece vértigo.

Miguel Delibes, en 'Los Santos Inocentes', desgranó este carácter en el personaje de Paco el Bajo: un hombre dócil, sumiso y siempre dispuesto para cumplir los deseos de 'su' señorito Iván. La historia le había entregado ese lugar en el mundo y en su cabeza no entraba la posibilidad de contrariar al destino. Es lo propio de la gente que sufre exceso de cordura. Quizá sea necesario un ataque de dignidad al modo de Azarías para derribar un viejo orden. Aunque para ello haya que estar loco. Delibes no da opción al pobre de cuna: obediencia o cárcel, vivir como un perro o morir como un apestado. Pero la realidad a veces es otra y del intangible material del deseo nacen bellas historias que, al margen de su final, merecen la admiración por el intento. La pobreza material no acarrea necesariamente pobreza de espíritu aunque el Real Valladolid haya sido incapaz de separarlas. Las últimas siete jornadas han trazado un camino al desencanto. Este curso era propicio para haber escrito una de las páginas más brillante de la historia del club pero morirá sin que los blanquivioletas hayan salido del refugio previo al inicio de la escalada. El 'Dépor' que ayer vimos tiene serias posibilidades de conseguir plaza en una competición europea y no demostró nada. Incluso fue peor durante ochenta minutos. Pero se lo creen y con eso les vale. Podemos consolarnos diciendo que hay equipos detrás. Mal de muchos, epidemia.

Decía que el Valladolid es un trasunto de Paco el Bajo. Ni eso, al menos éste era el protagonista del libro y áquel no quiere pasar de figurante. Maldita sea.

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