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JESÚS MAZARIEGOS
Miércoles, 15 de octubre 2008, 03:37
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H ACE ya cinco años que vimos por primera vez las pinturas de Alejandra Quirós en esta misma galería. Ya entonces mostraba haber asimilado las claves del expresionismo alemán y se veían atrevimientos que recordaban a Soutine. En otra exposición exhibió sus grandes posibilidades, mirando de reojo al pop, sin acabar de marcar una salida concreta. Pero en la actual exposición, esta pintora con indudable madera de verdadera artista, no sólo ha prescindido de las cultas digresiones de su última muestra, sino que ha logrado generar lo que con toda propiedad se puede denominar un lenguaje propio.
Si el fauvismo y el expresionismo nórdico-germánico son opuestos de intención pero cercanos en la forma y en el color, Alejandra lo ha entendido muy bien y ha logrado una síntesis de ambos que incorpora, además, las angulosidades de un espacio cubista y aportaciones decisivas en el proceso de fragmentación de las formas y de afirmación de la autonomía de la pincelada y del color, como es el 'puntillismo aumentado' de Signac, ajeno a su propia teoría neoimpresionista, que Alejandra incorpora aumentando aún más la escala de los puntos y ordenándolos en cascada ( 'Amanecer'). Y es esa mancha autónoma y de color puro la que cobra cuerpo y fuerza en la pintura de Quirós, sustentada a veces por una estructura reticular negra, como de plomo de vidriera, cuyos antecedentes lejanos estarían en las obras de Rouault. Con estas mimbres y con un demostrado conocimiento de las primeras vanguardias, Alejandra ha asimilado e integrado lo mejor de las aportaciones geométricas y de color puro, pudiendo rastrearse, el recuerdo de Salón Rojo de Matisse -aquel cuadro que tanto obsesionaba a Rothko- las huellas curvas de Klimt o los ángulos rectos de Mondrian.
El resultado no es, en absoluto, la suma de todo ello, sino una pintura rica y original que habla por sí misma, una pintura limpia, sin empastes ni texturas, una figuración con diversos grados de geometrización, con un espacio ligeramente descoyuntado y con un color puro y luminoso aplicado con admirable franqueza. Una buena ocasión para olvidarse de la crisis.
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