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Extrañas figuras talladas en la roca y conocidas como las Figuras de Tomé en el sendero circular señalizado de El Peñasco. /JAVIER PRIETO
El bosque habitado
VIDA Y OCIO

El bosque habitado

Animales mitológicos y árboles centenarios en un paseo por la Sierra de Francia

JAVIER PRIETO GALLEGO

Viernes, 4 de julio 2008, 04:39

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Manuel Tomé es un escultor de la naturaleza. En ella encuentra su fuente de inspiración y a ella acude en busca de la materia con la que trabaja, la piedra. Y así es como localizó en un corro rocoso cercano a la localidad de El Casarito motivos para comenzar a trabajar en un conjunto de esculturas perdidas en mitad del bosque. Corría el año 1995 cuando comenzó el trabajo y no sabe cuándo lo dará por terminado. «Es un trabajo que voy haciendo a mi ritmo. Cuando tengo tiempo y ganas voy para allá y continúo con él», explica. Aquel corro de rocas graníticas se reveló enseguida como un pequeño zoológico de formas extravagantes. Puede que de seres mitológicos, ni siquiera él mismo lo sabe. «Simplemente contemplo las formas de la roca y trato de sacar lo que está dentro. Es un trabajo de observación y de sentimiento, de ver qué es lo que la piedra tiene escondido dentro», comenta Manuel. Por eso ese extraño zoológico de piedra resulta tan inquietante como sorprendente: cabezas de ballena, elefantes, lagartos, caras humanas aprovechando los perfiles del granito para tomar forma contemplan al caminante con la misma extrañeza con la que el caminante las contempla a ellas.

El recorrido por ese pequeño rodal de robles se convierte entonces en un viaje al pasado, al país de los tótems olvidados, de los moáis diminutos esculpidos en el trance de una oración ancestral. Y algo de eso hay. Para el propio autor, ese conjunto de figuras buscan ser, además de un juego, un homenaje a la naturaleza, un motivo de reflexión acerca de lo que nos da y nosotros le damos y, más que otra cosa, una excusa para reflexionar sobre lo que está a la vista pero no somos capaces de ver. También una fantástica excusa, en todo el sentido de la expresión, para viajar hasta ese rincón de la Sierra de Francia en busca de su particular universo creativo. Por suerte, el camino que lleva hasta este rincón de formas mágicas está perfectamente señalizado con las balizas del sendero de pequeño recorrido PRCSA-17. Tiene su comienzo nada más pasar la localidad de El Casarito, en el cruce con la carretera que se dirige hacia Nava de Francia.

Tras unos pocos metros de paseo en paralelo a la carretera que sigue hacia La Alberca, se recibe, por la derecha, el empalme del tramo de regreso de este sendero circular. De momento hay que seguir por el de la izquierda mientras se atraviesa una zona de matorral bajo que tiene como telón de fondo la singular silueta de la Peña de Francia. Después del claro, el camino se adentra en una zona boscosa en la que se ubica la conocida como Mesa del Tío Julián, resto de un yacimiento arqueológico que evidencia la presencia ancestral del hombre en este territorio. Merece la pena recordar la extraordinaria de riqueza arqueológica que encierran los yacimientos de pinturas rupestres de la Edad del Bronce que atesora el cercano valle de Las Batuecas y de las que se puede saber mucho más visitando el Aula de Interpretación Arqueológica ubicado junto a la Casa del Parque, en La Alberca. Otra de las riquezas de la zona, el wolframio, también se evidencia en la contemplación del caos rocoso que camufla, en el pinar que se recorre a continuación, los restos de una vieja explotación. Tras cruzar la carretera y atravesar un pista se alcanza el corro de las Figuras de Tomé.

No es la última sorpresa de este corto y agradable paseo. Unos metros más adelante se localiza, señalizado, un rodal de castaños centenarios prosperando en lo que antaño fueran huertos. Uno de ellos, con el tronco hueco y una cintura de más de 11 metros, tiene sitio en su interior para albergar a cuantos seres, reales o no, habitan este bosque de cuento.

info@javierprietogallego.com

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