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COLABORACIÓN

Un compromiso con el agua

JAIME PALOP

Martes, 11 de diciembre 2007, 01:08

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EL agua es un patrimonio social y ambiental, y como tal, las sociedades debemos hacernos responsables de darle un uso sostenible y racional, que aumente la calidad de vida de los ciudadanos, siempre pensando en las generaciones venideras.

Esta nueva forma de entender el agua, en línea con la concepción de la UE, es la que busca el Ministerio de Medio Ambiente en su política de aguas, recogida en el Programa AGUA (Actuaciones para la Gestión y la Utilización del Agua). Al aprobar este programa nos marcamos unos objetivos muy claros respecto a los recursos hídricos: cambiar la concepción que se había tenido hasta entonces de la gestión del agua como algo que debía satisfacer la demanda por una idea mucho más eficiente: la gestión como la herramienta que nos garantiza la disponibilidad de más agua y de mejor calidad.

España ha aportado a la visión europea el modelo de gestión por unidad de cuenca, nuestras confederaciones hidrográficas son la inspiración de las demarcaciones hidrográficas que la UE señala como el órgano de gestión más adecuado para cada cuenca. En nuestro país, desde los años 20 del pasado siglo, las confederaciones hidrográficas han cumplido un papel fundamental en el desarrollo económico y social de las cuencas que gestionan. Ejemplo de ello es la labor desempañada por la Confederación del Duero, dirigida ahora por Antonio Gato, y que en estos días celebra su ochenta aniversario. Su trabajo hasta el presente ha demostrado eficacia, pero nuestras confederaciones tienen de cara al futuro un reto mayor: son uno de los pilares de la nueva política del agua. Las confederaciones se hallan ahora en su fase de adaptación a las necesidades que marca Europa, a través de la elaboración de los nuevos Planes Hidrológicos de Cuenca.

Un plan consensuado

Estos nuevos planes hidrológicos se tienen que elaborar buscando el consenso y la participación de todos los actores implicados en el uso del agua. Las administraciones, la empresa privada, los agricultores y la ciudadanía, representada a través de grupos con distintos intereses (medioambientales, asociaciones de consumidores y de vecinos, sindicatos...), tenemos que sentar entre todos las bases de la política de aguas que debe regir cada cuenca, respondiendo a las necesidades de cada colectivo. Esta nueva política se ha puesto en marcha a través de medidas muy concretas, cuyos efectos ya son cuantificables y nos permiten avanzar con optimismo en la aplicación de los proyectos en marcha.

Durante décadas, el objetivo de nuestro país ha sido alcanzar un buen nivel de crecimiento y desarrollo económico. En materia hidráulica se ha traducido en la realización de un gran número de embalses, que indudablemente ha contribuido a alcanzar el nivel actual de progreso que disfrutamos, pero que indirectamente ha sido también una de las causas de la degradación del medio ambiente que padecemos.

El aumento de la demanda de agua y la escasa atención prestada a los temas relacionados con la calidad han hecho que los ríos, lagos, humedales, ramblas y arroyos, que configuran los ecosistemas fluviales, sean uno de los medios naturales más afectados. En definitiva, hemos adaptado siempre las masas de agua a las necesidades del hombre y no al revés. De un tiempo a esta parte, los ciudadanos se muestran cada vez más preocupados por el medio ambiente y exigen a la Administración políticas activas que aborden el problema globalmente y planteen estrategias realistas con los medios humanos, técnicos y financieros disponibles. Las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre ecología y medio ambiente recogen que la contaminación de los ríos es una de las principales preocupaciones de los españoles.

Como señalábamos antes, el Ministerio de Medio Ambiente, con el Programa AGUA, está poniendo en práctica una nueva política hídrica, basada en una gestión más moderna y eficiente de los recursos, mediante numerosas iniciativas para salvaguardar y proteger la calidad de vida de nuestros ciudadanos y nuestros ecosistemas fluviales, verdaderas fábricas de agua y pieza estratégica del futuro de nuestro país. Entre las más importantes están el nuevo Plan Nacional de Calidad de las Aguas: Saneamiento y Depuración 2007-2015 y la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos. Sin duda, la Confederación Hidrográfica del Duero es referente en esta política. Así, en el afán por reorientar el desarrollo hacia la sostenibilidad, el actual Gobierno de España ha apostado por la recuperación de las masas de agua y ha puesto en marcha la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos, implicando a la sociedad a través de un programa de voluntariado.

También hemos querido potenciar el uso eficiente y responsable del agua en una dirección tan importante como la búsqueda de nuevas formas de obtenerla. Tomemos el ejemplo del regadío, el mayor consumidor de agua en España. El Plan de Choque de Modernización de Regadíos, elaborado en colaboración con el Ministerio de Agricultura, ha invertido ya 2.400 millones de euros y ha conseguido que se ahorren 1.200 Hm3. Junto con otras medidas agrícolas, el total ahorrado por el sector es de 3.000 Hm3, haciendo que el mayor consumidor sea también uno de los sectores con más capacidad de ahorro. En este sentido es obligatorio resaltar la colaboración de nuestros agricultores.

Hemos elaborado, por tanto, una serie de planes y medidas que proponen un nuevo contrato social con el agua, que extienda la concepción de la responsabilidad compartida que todos tenemos en la gestión de este bien común. Y que extienda también las fórmulas de participación para los ciudadanos, a través de las herramientas por las que todos los grupos sociales implicados pueden participar activamente en la toma de decisiones sobre qué hacemos con nuestra agua y cómo lo hacemos. Ahora todos los ciudadanos tenemos un compromiso con el agua.

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