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ÍÑIGO SALINAS
Lunes, 5 de noviembre 2007, 01:26
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Quien tiene más tiempo el balón en su poder tiene más posibilidades de ganar el partido. Pero el equipo que toca y toca y se olvida de golpear a portería, lo más que va a conseguir va a ser un empate. Y eso es lo que le sucedió al Juvenil blanquivioleta en la mañana de ayer: mucho ruido y pocas nueces. Mucho toque y pocas ocasiones.
Es cierto que durante 15 minutos de la primera parte el Valladolid puso contra las cuerdas a los navarros, pero no fue más que un espejismo. Aparte de en alguna ocasión aislada, como la de Luis en el minuto 33, Esteban, portero del Pamplona, no tuvo que emplearse a fondo. Y, poco a poco, el juvenil se vino abajo.
Los blanquivioletas salieron dormidos en la segunda mitad. Ya ni siquiera tenían el balón en su poder. Ya ni eran capaces de hacer rondos estériles en el centro del campo. Y, visto lo visto, el Pamplona adelantó sus líneas, si bien no mucho, y comenzó a ahogar al rival en su propio terreno de juego. Y el Valladolid casi se muere ahogado.
Los navarros, con el beneplácito local, se vinieron arriba anímicamente y, además de defender, intentaron salir con el balón jugado para sorprender en alguna contra.
El Valladolid tenía el balón pero no creaba peligro y el Pamplona basaba su juego en esporádicos contragolpes y en centros lejanos. Cualquiera podía marcar. O ninguno, como sucedió al final.
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