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JOSÉ CARLOS CARABIAS
Martes, 11 de septiembre 2007, 04:00
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Termina la carrera en Monza y el Moët Chandon tapa con sus plácidos efluvios la distancia que separa a Fernando Alonso de McLaren. Las victorias, la rutina, las semanas no cambian una relación que nació torcida desde las primeras carreras. Desde que un novato con talento y arrestos, Lewis Hamilton, resquebrajó el mundo idílico que se vaticinaba. El campeón del mundo sigue en sus trece después de ganar en el templo de Ferrari, estrechar manos, recibir felicitaciones y recortar dos puntos al líder inglés. Quiere emigrar. Y ese deseo repercute en el mercado de la Fórmula 1. Está bloqueado en la parte alta del escalafón.
Esperan agentes, directores de equipo y pilotos la solución al enigma. Por un lado, la sentencia del sanedrín automovilístico que juzgará el jueves el caso del espionaje, el trasvase de papeles de Ferrari a McLaren. Y por otro, el desenlace del Mundial.
Advierten, sin embargo, los expertos, los grandes patrocinadores, el segmento más influyente del mundillo: «Es muy difícil deshacer un contrato en la Fórmula 1». Los tentáculos alcanzan a grandes empresas, con sus vínculos comerciales, sus estrategias de mercado, sus horizontes internacionales. La gente cumple los contratos en la F-1 y ni siquiera un total acuerdo entre dos partes convencidas del divorcio garantiza la separación. «Siempre habrá alguna marca que intervenga», aseguran portavoces del patrocinio a gran escala.
El futuro de Alonso ha anestesiado la parrilla del 2008. Entre los grandes, sólo BMW ha ratificado a Heidfeld y Kubica. McLaren, Ferrari, Renault y Toyota no han dicho nada. Y tampoco el pelotón intermedio, pendiente de la cascada de movimientos.
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